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EDITORIAL

Desnutrición, un descuido que no puede propagarse

viernes, 5 de febrero de 2016
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Todo discurso sobre el progreso, el crecimiento y desarrollo económicos no tiene fundamento si la desnutrición se ensaña con los niños.

 

Permanentemente se conocen cifras sobre los problemas de hambre y desnutrición en el mundo, datos que preocupan y alarman. Según el programa de alimentos de Naciones Unidas, alrededor de 800 millones de personas, uno de cada nueve, no cuentan con los alimentos suficientes para llevar una vida saludable y activa. La mayoría de ellos viven en los países en desarrollo, en donde cerca de 14% de la población presenta desnutrición, pero África subsahariana es la región donde el drama es mayor, pues uno de cada cuatro habitantes presenta desnutrición.

Lo que está pasando en La Guajira con los niños wayúu merece toda la atención y está lejos de ser un registro estadístico que se discute acerca de la magnitud de los datos y alegar incluso que es una exageración de personas con intereses políticos que quieren desestabilizar a las instituciones que supuestamente tienen como trabajo proteger a la población. Acaban de morir dos niños indígenas en Barranquilla, cuyo cuadro médico determinó que tenían un alto grado de desnutrición y bajas defensas. Ambos pequeños procedían de distintos resguardos de la comunidad indígena wayúu de La Guajira, lugares en donde falta agua y comida por la miseria en que viven y ahora enfrentan una gran sequía y tampoco tienen centros de salud que les presten una atención digna, motivo por el cual deben trasladarse  a otras ciudades en busca de ayuda. Y aunque el problema es más pronunciado y ya crónico en esa región del país, no es exclusivo, sucede en otras partes, como en Arauca, donde hace solo una semana un niño indígena murió por desnutrición en el resguardo de San José de Lipa. De acuerdo con información de la Defensoría del Pueblo, en la zona hay más pequeños con patologías de desnutrición crónica y otras señales como erupciones, conjuntivitis, neumonía, gastroenteritis y bronquitis y se les ha negado los servicios de salud.

En Colombia no pueden morirse los niños pobres e indígenas por desnutrición, pues es una señal de abandono de una sociedad, que no merece llamarse así y de un Estado ineficiente que no cumple con sus funciones de protegerlos a través de las instituciones creadas para tal fin. Todo discurso sobre el progreso, el crecimiento y desarrollo económicos no tiene fundamento si ocurre esa lamentable situación.

Aunque ciertamente hay instituciones de caridad e individuos que están dedicados a proteger a la infancia abandonada, la solidaridad de quienes pueden ayudar más es casi inexistente, incluso en los medios de comunicación, al punto que es mucho más visible y noticioso y genera más reclamos y protestas la muerte de un animal en la calle que el drama humano que viven muchos de nuestros infantes.

No puede ser que hayamos llegado a ese nivel de indiferencia cuando estamos hablando de paz y reconciliación para que no haya más muertes violentas o se declare que este es un país moderno, cuando hay niños que mueren de hambre.

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