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EDITORIAL

Desarmar el espíritu agropecuario

jueves, 3 de abril de 2014
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El objetivo de los productores del campo debe ser progresar, no ser útiles a proyectos políticos coyunturales.

Pocos sectores reaccionan tan lentamente a una política como el agropecuario. Las acciones de choque tienen una vigencia  coyuntural y no constituyen soluciones de fondo o estructurales. Otra manera de decirlo es que los problemas del agro se gestan durante un período largo y las soluciones tienen la misma característica y evolución. Por eso, el diseño de una política para el campo es producto de una acción del Estado y no rinde resultados para una campaña electoral. Modelos del manejo de la agricultura definida como un asunto de seguridad -caso Estados Unidos- o el esquema de ocupación del espacio en Israel para evitar agresiones externas, son ejemplos de esa visión estructural.

Desafortunadamente, en nuestro país la atención de los problemas de corto plazo ha copado el espacio de las políticas oficiales desde hace ya mucho rato y en esos términos, el inmediatismo es utilizado como herramienta para obtener fines ligados al oportunismo político y económico. Eso es lo que está pasando con el sector agropecuario: el Gobierno buscando la forma de apaciguar los ánimos para evitar la ocurrencia de un nuevo paro y la contraparte buscando la manera de obtener prebendas con efecto mediático que no resuelven los problemas en forma definitiva.

La experiencia de las revueltas del segundo semestre del año pasado pesan mucho en las negociaciones de ahora y constituyen una supuesta arma en beneficio de quienes amenazan y una espada para el Gobierno. Los primeros quieren sacar provecho y el Gobierno ofrece recompensas como la aceleración de la entrega de recursos públicos para evitar la parálisis. Ahora hay otros elementos que se le agregan a la coyuntura adversa: la campaña presidencial que tiene al jefe de Estado como candidato, las negociaciones en La Habana que dan para todo tipo de especulaciones y el evidente inconformismo gremial frente a asuntos como el tratado de libre comercio del Pacífico.

No parece ser esta la ruta adecuada para encontrarle salidas a la crisis estructural del sector agropecuario y en ese orden todos los actores deben entenderlo así, Gobierno, Congreso de la República, el mismo sector privado y el más golpeado de todos, el campesinado. El primer paso a dar para iniciar un verdadero proceso de reconstrucción es “desarmar el espíritu” en cada uno de ellos, entendiendo que el problema va más allá de la coyuntura. El Gobierno ha hecho esfuerzos como el “Proyecto de Ley de Desarrollo Rural Integral con Enfoque Territorial”, “La Misión Lineamientos de Política para el Desarrollo Rural y Agropecuario” y el mismo Censo Nacional Agropecuario. Los tres serán instrumentos que deberán acompañarse de las acciones de corto plazo sobre costos de producción, precios de insumos, contrabando, tasas de interés y medidas para evitar la entrada masiva de importaciones.

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