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La mal llamada `locomotora de la infraestructura` no se ha movido. el reto del nuevo ministro es hacerla andar
No cabe duda de que el problema más grave de la economía colombiana está en la infraestructura. Los ocho años de gestión de ex ministro Andrés Uriel Gallego condenaron al país a la incompetitividad, al tiempo que los casi dos años del ex ministro Germán Cardona, confirmaron que el Estado colombiano no tiene vocación de desarrollo en este sector que es crucial para que las exportaciones despeguen; para que el agro se modernice; para que las zonas más apartadas y conflictivas no sean un caldo de cultivo de los grupos guerrilleros; para que las ciudades capitales despierten sus vocaciones productivas, y para que el turismo pueda ser una alternativa de crecimiento.
Los dos últimos gobiernos o las tres últimas administraciones se han equivocado profundamente en las personas que han puesto al frente de la infraestructura, que es una de las más rezagadas en la región y que su subdesarrollo es uno de los mayores obstáculos para hacer crecer al país en comercio internacional, y lo que es peor, en la solución del conflicto que nos desangra desde hace varias décadas. Para nadie es un secreto que la falta de infraestructura vial, el abandono de las vías existentes, la mala atención a los aeropuertos, entre otros asuntos crónicos en el Ministerio de Transporte, son las piedras angulares de los problemas más graves que tiene Colombia. Ni el Plan 2.500 del ex presidente Uribe ni mucho menos la `locomotora de la infraestructura` del presidente Santos han funcionado en la última década, dejando una Colombia incompetente.
No hay túnel de La Línea; no hay doble calzada a Buenaventura; no se han entregado las supuestas autopistas que unen a Bogotá con Tunja y Girardot; no hay claridad sobre las autopistas de la Prosperidad; la atención a las carreteras es pésima, y lo que es más preocupante, muchas de las concesiones en los aeropuertos no funcionan. El ex ministro Cardona tuvo la mejor voluntad para hacer cosas, pero el rezago en la infraestructura es de casi medio siglo y no pudo hacer andar la llamada `locomotora de la infraestructura`. Él se bajó antes de que se moviera un kilómetro.
Si bien el tratado comercial con Estados Unidos era una motivación para hacer autopistas, modernizar carreteras y adecuar las terminales aeroportuarias, ahora el asunto es de dignidad, competitividad y de justicia con el pago de impuestos. Los contribuyentes no pueden seguir pagando peajes, impuestos y prediales a un Estado que no construye la infraestructura necesaria para el progreso. Hay un dato decepcionante y es que no hay una verdadera obra de infraestructura que sea disruptiva en plena construcción. Todas son promesas sin cronogramas y sin esperanza de que alguna vez estén listas. "No en vano los últimos ministros terminan rezando por los `pecados cometidos` en un monasterio rural o en mismo El Vaticano".
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