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Analistas 20/12/2013

Seis lecciones de una primavera que no fue

Analista LR
La República Más
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Casi quince días después de la destitución a Gustavo Petro, el tema está vivo, vigente, caldeado y con indicios de seguir así por un buen tiempo. Son varios los motivos: hay unos términos legales por cumplir y la cosa estará en vilo por otros dos meses, o hasta más porque ahora la Registraduría también dio luz verde para una revocatoria. Lo otro es que varios políticos oportunistas, hasta adentro del Gobierno, han aprovechado la ocasión para mostrarse más liberales de lo que son en realidad y reclamar por los excesos de una Procuraduría omnipotente. ¿Por qué lo dicen hasta ahora?, ¿Por qué no se escucharon sus voces cuando reeligieron a Ordóñez?

Y lo último, y más determinante es que el propio Petro se ha ocupado de agitar banderas populares que, sin la magnitud y contundencia que esperábamos, están haciendo bulla en las redes, en la prensa y en la plaza de Bolívar. Los columnistas medio ‘fachos’ (esos que pedían joderle su mandato desde la primera semana de iniciado) han servido para meter más fuego y reavivar las cosas si en algún momento languidecen.

A mí me parece que el episodio va dejando regadas algunas lecciones, ciertas reflexiones y un sinnúmero de interrogantes, algunos con cierto fatalismo y gravedad.

Lo primero es que, aunque creo que el Procurador actuó ajustado a la ley, o a los vacíos que le deja esta y que solo ahora se vienen a alegar, actuó con mala leche: se le fue la mano en los 15 años de inhabilidad y apuró el fallo para que tuvieran que ser convocadas elecciones. Si lo hace en febrero del 2014, el remplazo de Petro tendría que salir de los progresistas y ya.

Pero más importante que esto (que no plantea nada novedoso) es que un fallo de esta magnitud debe provenir de una institución que genere credibilidad, y la Procuraduría de Ordóñez no la tiene. Y no la tiene porque se ha desgastado demasiado en temas que no son de su competencia y que revelan más unos prejuicios personales y un anacronismo moral, que le restan majestad. Perseguir madres que no desean serlo y gays que se quieren organizar lo ha dejado en el papel de viejo ridículo y cavernario.

Lo segundo es que en un país serio a Petro lo hubieran destituido hace rato y no solo por el desastre de las basuras (que lo fue y lo sigue siendo), sino por la evidente improvisación y ligereza en dos años al frente de Bogotá, con una gestión pobre y la evidencia de una ciudad desvencijada.

Lo tercero, que tiene que ver con lo segundo, es que todo el episodio del Alcalde y la reacción inesperada a su favor (hasta con incremento en la imagen favorable) desnudan lo imperfecta que es esta democracia colombiana, en la cual la probidad (aparente o real) de un funcionario es un atenuante mayor para no proceder judicialmente contra él. Es algo así como desde que no robe no importa que sea inepto.

Lo cuarto es que, como dijo el nuevo embajador gringo, este incidente podría alterar los intentos de reconciliación desde La Habana. Tengo una lectura un poco más allá y es que para que la paz sea una realidad estable y duradera, e inclusive aceptando que haya perdón y olvido para cada miembro de las Farc, es clarísimo que la futura política que hagan los reinsertados debe ser más transparente, más ética, y también más eficaz que la que hace nuestra paupérrima clase dirigente de hoy. No solo porque todas las miradas van a estar evaluando y buscando hacer la zancadilla, sino porque es la oportunidad histórica de demostrar que son distintos. Ser reinsertado no puede ser el argumento que excuse los malos estadistas del futuro.

La quinta es que la falta de coherencia, no solo ideológica sino ética, debe tener alguna consecuencia. Petro ayudó a elegir a Ordóñez como Procurador dizque para que este aligerara un poco sus posturas radicales sobre la comunidad Lgbt. Suena ingenuo y poco lógico. Y más, cuando hace poco supimos que más bien hubo motivaciones burocráticas, y Diego Bravo consiguió puesto en una Procuraduría delegada. Años después, sería Ordóñez quien destituiría a uno y otro.

Lo último es una apreciación estrictamente personal. Me asombró la respuesta inmediata del Alcalde convocando a plaza pública, usando Canal Capital como vehículo para resistir a un fallo judicial. “Llego hasta donde ustedes lleguen”, fue más o menos el mensaje para involucrar las reacciones populares a su causa. Y me asombró porque lo sentí muy parecido a la estrategia chavista de soliviantar a Venezuela, de enconar la lucha de clases como herramienta para no soltar el predominio; me asombró ver a un periodista serio y escéptico de las falacias del poder como Antonio Morales repetir y repetir en televisión que esto era una primavera, un nuevo Egipto. Sonó un poco a los programas de Venevisión o Telesur en estos años de chavismo desatado.

Parece que la primavera se pasmó y no pasó de ser una tardecita soleada. Vamos a ver…

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