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Analistas 25/05/2013

Plinio, con licencia para absolver

Analista LR
La República Más
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Creo sin ironías ni matices que, con todo lo que le podamos cuestionar a la prensa colombiana en cuanto a ligerezas, juegos de intereses, manipulaciones, sin duda nuestro periodismo es uno de los buenos del continente. Aquí hemos logrado preservar un gran respeto por la vida privada de la gente; los medios no informan de modo militante y partidista, y conservan, al menos en la forma cuando no en el fondo, los principios básicos con que debe divulgarse una información. En la gran prensa nacional es muy clara la diferencia de la parte editorial y de opinión con la del contenido periodístico.

 
Es por esto que llama la atención la coincidencia de dos artículos que parecieron escaparse de las páginas editoriales y colarse en las informativas, una en Semana y otra en El Tiempo. Ambas estuvieron acompañadas de una foto conmovedora en la que Andrés Felipe Arias abrazaba a su esposa, Catalina, minutos después de que el magistrado Ramiro Riaño le negó, la segunda vez, la petición de libertad condicional por el escandaloso caso de Agro Ingreso Seguro (AIS). Arias volvía a la cárcel, que en realidad es la Escuela de Caballería.
 
Un paréntesis corto antes de seguir: viendo esa foto del Arias derrumbado fue imposible no pensar en otra foto, del 17 de noviembre de 2009, cuando en compañía del ministro de Agricultura, Andrés Fernández, salió del Salón Elíptico en medio de grandes risotadas. Se acababa de hundir la moción de censura con que intentaron tumbar de su cargo a Fernández, también por lo de AIS. Fueron unas risas afrentosas al país, y de ellas se comentó toda la mañana siguiente en la W radio, y se escribieron varias columnas.
 
En su edición del domingo 12, Semana publicó un análisis o algo parecido en el cual queda un tufillo no solo de simpatía por Arias, sino de exculpación. Desde la entrada de la nota, hay expresiones que orientan todo el texto: “(…) la mayor parte de la opinión pública y de los penalistas estaba con Arias”. Mi pregunta es: ¿Cómo lo midió el periodista?, ¿hubo sondeos?, si los hubo, ¿por qué no los adjuntó para defender esa afirmación tan subjetiva?
 
Más adelante, se considera que algunas tesis de la Fiscalía para mantenerlo detenido son “absurdas”, que apenas se ha logrado comprobar dos apoyos económicos a la precandidatura de Arias de algunos beneficiarios de AIS, pero que solo son de ocho y diez millones. “Poca generosidad”, dice Semana.
 
De todos modos, la revista hace un esfuerzo por mantener una línea equilibrada en este artículo. No sucede lo mismo con la crónica, o algo parecido, que escribe Plinio Apuleyo Mendoza en El Tiempo, el sábado 11. Varios párrafos de inicio le gasta Plinio a la historia de amor entre Arias y su esposa: la cena en un restaurante en La Candelaria, con petición de mano hace seis años, la posterior serenata, la boda en una iglesia de Sopó. Y luego, la debacle; el proceso, los señalamientos e insultos contra ellos cuando la gente los veía en restaurantes o centros comerciales; el carcelazo.
 
Hasta ahí, la crónica puede tener un sesgo y hasta una intención de generar afinidad y adhesión por la causa de Arias, pero sigue siendo válido (periodísticamente hablando) mostrar el mal momento de la familia y su congoja. Lo que sigue después arroja por la borda cualquier objetividad y se enfila a una defensa abierta del exministro. Plinio ya lo había hecho varias veces en columnas de opinión, lo cual es válido y respetable, pero en un texto informativo… Ese no es el periodismo que aprendimos y seguimos enseñando en facultades.
 
Dice Mendoza: “Si uno mira con cuidado la verdad, y solo la verdad de este proceso, se da cuenta de sus falsedades”. Más adelante hay un párrafo que reproduzco completo porque me parece muy ilustrativo de lo que no debe hacer el periodismo: “En este proceso contra Andrés Felipe Arias hay ingredientes políticos e ideológicos que fabrican pruebas. ¿Cuál es, en efecto, la que hoy queda en pie contra él? La Contraloría decidió embargar sus recursos. ¿Cuáles eran? ¿Sumas millonarias que puedan alimentar las sospechas contra él? No, lo único que tenía: el sueldo que ganaba como profesor en la Universidad Católica. De su lado, la Procuraduría lo inhabilitó por 16 años, pero ya el Consejo de Estado aceptó su demanda para tumbar dicho proceso”.
 
Comparto plenamente aquello de que los periodistas no están para condenar a nadie, para sancionar a nadie; pero menos, mucho menos, para prescribir procesos o declarar inocentes de antemano a funcionarios, solo por afinidades ideológicas. Mendoza descalifica de un plumazo que la Procuraduría destituyó a Arias por “falta gravísima”, y que tres de sus colaboradores más cercanos, Juan Camilo Salazar, Camila Reyes y Javier Enrique Romero, aseguraron bajo juramento que todo lo de AIS era conocido por su jefe.
 
¿Está Plinio por encima de los principios del periodismo? En este caso, sí. ¿Estará por encima de las razones de la ley? A ver qué dice el magistrado Riaño la próxima vez.

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