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Analistas 04/01/2013

Petro, el sepulturero de sí mismo

Analista LR
La República Más
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Hace doce años los que vivimos en Bogotá caímos en el espejismo de creer que esta ciudad estaba cerca de ser un Buenos Aires. Estrenábamos TransMilenio; empezábamos a caminar por andenes anchos y bien diseñados; las calles lucían limpias; se levantaban hermosas bibliotecas y se trazaban ciclorrutas en zonas marginales; los parques invitaban a retozar en los días de fiesta. Por primera vez en muchos años dejamos de sentir un poco de vergüenza al presentar la capital.

 
De aquello no queda mucho. En nueve años de haberle confiado el Distrito a tres alcaldes de izquierda, Bogotá se descuadernó, retrocedió, se hizo añicos todo ese proyecto de ciudad que venía floreciendo con la llave de cultura ciudadana e infraestructura para todos.
 
Acepto mi parte de responsabilidad en esto por haber votado por esos tres alcaldes que hoy nos tienen sumidos en esta mala hora. Desde que tuve cédula creo haber votado casi siempre por las opciones independientes o las de izquierda, por la profunda convicción de que el país necesita una propuesta política seria, responsable, moderna, diferente, abanderada por una ideología de izquierda transparente que lleve a cabo las profundas transformaciones, en particular de inclusión y mejor distribución de la riqueza que requiere Colombia, y deje sin argumentos a la izquierda forajida, anacrónica y violenta que representa la guerrilla.
 
Nunca supe si estuvo bien votar por Luis Eduardo Garzón, porque creo que todavía le alcanzó la inercia positiva de la gestión de los tres alcaldes anteriores. Pero la ciudad sí sintió el frenazo. Con Samuel Moreno es imposible no acusar una enorme frustración, un engaño, una estafa ante su administración venal, corrupta e ineficiente. Y con Petro comienzo a sentir el sinsabor y la desesperanza de que la izquierda en este país no está en capacidad real de gobernar. En 2007 y 2011 no le di mi voto a Peñaloza, aun a conciencia de saber que se trata de un alcalde de lujo. En ambas ocasiones, me persuadió la misma razón para no votar por él: la sombra nefasta del ex presidente Uribe.
 
En política, Petro ha sido un ejemplar interesante. Su carácter independiente, su valor para hacer oposición en tiempos difíciles y de absoluto unanimismo, su probidad o al menos toda ausencia de cuestionamientos a su moral pública, sus denuncias juiciosas, todo esto hizo pasarle por alto serios desatinos como su respaldo al cavernario procurador Ordóñez, o su ausencia injustificada cuando se votó la moción de censura al ministro Andrés Fernández, el sucesor de Andrés Felipe Arias, por el escandalazo de Agro Ingreso Seguro.
 
Consideré injusto que no llevando una semana en el cargo ya hubiera políticos y columnistas que prometieron hacerle la guerra, sin darle ningún compás de espera. Hoy, transcurrido un año, es el mismo Petro el que ha terminado dándoles la razón a sus adversarios, y varias veces, con su estilo, sus decisiones erradas y la evidente improvisación de muchas de sus propuestas.
 
En cuanto a su estilo, desde la salida de Antonio Navarro de la Secretaría de Gobierno, a menos de tres meses de iniciada la Alcaldía, comenzó a hacerse muy claro que Petro es un autócrata, uno que además parece tener serios problemas para trabajar en equipo. Luego vinieron varias ideas lanzadas como globos, sin estudio alguno, sin concertaciones previas ni medición de impactos. Así, terminó hablando de un metro ligero por la Séptima, o de unos centros de atención a drogadictos.
 
En estos meses, Petro ha caído además en la trampa de las provocaciones. La mayor de ellas, por cuenta del Gobierno nacional, fue poner a Gina Parodi en un cargo artificial, con cierto tufo de querer obstaculizarlo. En su gigantesca soberbia, el Alcalde no ha sabido maniobrar con eso y ha terminado poniéndoles palos en la rueda a los proyectos en que la Nación y Bogotá deben ser socios. Lo hizo con la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), con el último tramo de TransMilenio hasta Eldorado, y con el proyecto de vivienda para los más pobres.
 
En este último punto, la izquierda tiene un enorme saldo en rojo tras nueve años de manejar la Alcaldía. Petro prometió construir 70.000 viviendas de interés social y transcurrido un año no lleva ni el 10%. Y a cambio de eso, no ha conseguido los lotes para las 10.000 viviendas que pretende edificar el Gobierno Santos en la capital.
 
Pero el mejor platillo para sus enemigos lo sirvió él mismo a fines de 2012 con el desastre gigantesco de las basuras. ¿Cómo seguir defendiéndolo luego de que quedó patente su testarudez, su arrogancia y su incapacidad administrativa? Y no teniendo suficiente con la crisis por las toneladas de desechos en la calle, conocimos el absurdo de unos camiones podridos y oxidados que se trajo en alquiler desde Estados Unidos.
 
Lo positivo de todo esto es que, a un costo altísimo eso sí, Bogotá parece estar evitándole al país el riesgo enorme de caer en la aventura de una presidencia de Gustavo Petro.
 

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