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ANALISTAS

Irán: ¿en retroceso?

viernes, 17 de febrero de 2017
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Las periódicas reacciones y declaraciones expuestas por Donald Trump desde el 20 de enero se han convertido en constante fenómeno mediático. En medio de ese maremágnum de anuncios, poco tiempo hay para analizar con cabeza fría cada uno de los términos que expone. No obstante, sus palabras sobre Irán, combinadas con las declaraciones del ex asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn (quien renunció esta semana), impactan directamente en el ámbito global.

Trump escribió: “Iran is playing with fire - they don’t appreciate how “kind” President Obama was to them. Not me!” (Irán está jugando con fuego - ellos no aprecian lo amable que fue el presidente Obama con ellos. Yo no lo seré). Tal reacción se dio a raíz de una prueba realizada por Teherán con un misil balístico que alcanzó un recorrido de unos 1.000 kilómetros antes de explotar en el aire. Según Fox News, el pasado 8 de febrero se realizó una nueva prueba.

Estas acciones del gobierno iraní, que van en contravía de las Resoluciones 1929 (2010) y 2231 (2015) del Consejo de Seguridad, además de afectar directamente el acuerdo firmado en 2015 con las seis potencias nucleares, alteran los ánimos en Medio Oriente y envalentonan al magnate que hoy se hospeda en la Casa Blanca.

Todo indica que las arduas negociaciones que se llevaron a cabo desde 2003 podrían ser destruidas en un par de semanas, pues el gobierno persa está decidido a moverse con reciprocidad frente a Washington. Algo inquietante es que el acuerdo alcanzado había transformado, no solo la visión sino además la comprensión de lo que Irán y el sistema internacional se aportarían mutuamente.

El pacto de 2015 entre Irán, EE.UU., Francia, China, Rusia, Reino Unido y Alemania ubicó a Irán en una posición convergente al interior del Club Nuclear, pues con este se aceptó su papel, aunque inferior, en los desarrollos de este tipo. Esto es, en esencia se limitó la posibilidad de que Irán pudiese producir una bomba nuclear, a cambio de suspender variadas sanciones que le impedían avanzar en sus procesos de desarrollo económico. Con la negociación se logró que los iraníes dejaran de ser vistos como ciudadanos de segunda, pues la marginación característica de casi todos los foros internacionales y la mirada recelosa en escenarios multilaterales, había puesto a la nación en un incuestionable ostracismo.

En el terreno económico Irán ha evolucionado de manera sustancial a partir del acuerdo. Se puede constatar un avance revelador de sus exportaciones petroquímicas; hecho que representa ingresos que no podía percibir por las sanciones. Ahora el flujo de capital proveniente de sus ventas no tiene restricciones, como en su momento ocurrió con los límites trazados por la banca multilateral. El país ha podido repatriar importantes sumas de dinero, logrando ingresos ostensibles por este rubro. El crecimiento económico se ha vuelto una constante del pos-acuerdo.

Es indudable que los beneficios de haber firmado el acuerdo son mayores para Irán, antes que para cualquier otro de los protagonistas involucrados. Es tal vez lo que más molesto tiene a Trump y de ahí su reacción en contra del Estado persa. Lo cierto es que deshacer lo pactado en 2015 tendría un elevado costo político en el terreno internacional que el presidente estadounidense aún no calcula con acierto. Entre tanto la teocracia iraní debiera almacenar los misiles con los que juega por estos días.

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