Un buen entrenamiento deportivo tiene una parte física, una parte técnica, y otra táctica y mental.
Dicho acondicionamiento mental es un componente primordial que ayuda a mejorar y lograr objetivos.
Es así como en la psicología del deporte se practican técnicas que ayudan al deportista a optimizar su estado de ánimo ante una competencia.
Hay que tener en cuenta que las habilidades mentales contribuyen al desarrollo de las habilidades físicas y técnicas.
Una motivación específica para un deportista puede ser visualizar momentos clave de una competencia y reaccionar coherentemente ante distintos retos en plena carrera.
Es por eso que en el entrenamiento mental se debe incluir la motivación y la seguridad al hacer deporte; es una actividad psicológica (interna) que complementa la parte física (externa).
Lo que comúnmente conocemos como memoria muscular, está en realidad en nuestra mente. Los músculos “recuerdan” la acción sin necesidad de que el deportista piense en la mecánica del movimiento, ya que racionalizar la manera de hacer un nuevo movimiento en plena acción puede terminar por dañar el resultado.
Con la práctica le enseñamos a la mente que las órdenes dadas a los músculos generan un buen resultado.
Sin duda alguna el entrenamiento mental -al visualizar una habilidad- es útil para mejorar el rendimiento; una visualización mental que predispone a los sentidos a una experiencia integral.
Es decir que el objetivo final que se busca a través de la psicología deportiva es llevar al máximo el rendimiento de cada atleta.
Hace mucho se demostró que no sólo los ajedrecistas compiten con la mente. Visualizar una estrategia antes y durante la competencia e intentar percibir las reacciones de los rivales, contribuye a anticipar situaciones y comportamientos que perfectamente pueden hacer la diferencia entre un campeón y un segundo lugar.
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