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ANALISTAS

Eslabones de diferente calibre

martes, 21 de abril de 2015
La República Más
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Siempre se ha dicho que en el agro existen “cadenas” productivas, y es cierto. Solo que los eslabones que las conforman tienen calibres diferentes: mientras más cerca se encuentran de los productores primarios, mas débiles; y mientras más alejados, más fuertes.

Este fenómeno podemos observarlo en muchas cadenas: por ejemplo, en la cadena láctea se presentan cerca de 300.000 unidades productivas con poder individual muy débil o inexistente, pero existen cinco pasteurizadoras que manejan el  mercado formal de la leche en Colombia.

Otro tanto se da en la cadena del cacao: existe un número plural muy grande de productores primarios, al paso que solo dos casas comercializadoras manejan prácticamente todo el mercado del acopio y de la industrialización del grano.

Y, por supuesto, el caso emblemático de este exagerado poder de los eslabones más fuertes se da en el arroz, donde cerca de 250.000 productores están a la merced de cuatro o cinco molinos que controlan cerca de 50% de la comercialización del arroz en Colombia.

Como los participantes en estas cadenas no tienen un poder homogéneo, es responsabilidad   de las autoridades “contra balancear” dicha desproporción de fuerzas. Que si se dejan a la suerte del mercado libre terminan perjudicando tanto a los consumidores como a los productores primarios. Esa es la tarea que la Constitución y la ley le encomiendan a la Superintendencia de Industria y Comercio. Corregir al mercado que a la hora de la verdad no se rige por la libre competencia.

Pues si no se contrarrestan  por la autoridad antimonopolio, los eslabones fuertes de estas cadenas acaban imponiendo su voluntad arrogante que termina sustituyendo la libre competencia a través de precios discriminatorios, abusivos, o condiciones indebidas. Como ha venido sucediendo.

Esto es lo que acaba de salir a la superficie con las severas sanciones (cerca de $33.000 millones) que la Superintendencia de Industria y Comercio acaba de anunciar para dos grandes molinos de la cadena arrocera del país.

La problemática del arroz en Colombia es, naturalmente, muy compleja: en nuestro país se cultiva arroz en cerca de 250 municipios y desde el punto de vista del empleo es, después del café, el cultivo más significativo desde el punto de vista de mano de obra empleada; estamos empezando a aplicar el TLC con Estados Unidos que ya entraña contingentes de importaciones anual al país del orden de 80.000 toneladas; existe un comercio administrado del grano desde Perú y Ecuador hacia Colombia en virtud del cual, cuando existen faltantes en nuestra producción, se traen contingentes desde estos países; tenemos altos costos de producción que se empiezan a corregir con el programa llamado Amtec pero que por el momento nos ubican como uno de los países con arroz más caro para los consumidores en la región; y por último, hemos sufrido históricamente el gravoso problema del contrabando proveniente sobre todo de Venezuela.

Pero al margen de estos problemas que pudiéramos calificar de “estructurales”, no es menos cierto que el poder de los molinos de gran tamaño como los eslabones fuertes de la cadena se constituye como uno de los problemas mayores que ha sufrido tradicionalmente la comercialización del cereal en Colombia. Su abuso contra los eslabones débiles (es decir los productores) ha sido siempre permanente motivo de queja.

Por eso hay que saludar esta última decisión anunciada por la Superintendencia de Industria y Comercio consistente en sancionar severamente a dos de ellos que desde 2005, tal como lo revela el comunicado oficial expedido por la autoridad antimonopolios, venían cartelizándose para fijar precios discriminatorios en contra de los consumidores del arroz en Colombia, que, recordémoslo, es uno de los productos básicos de nuestra canasta familiar.

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