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ANALISTAS

El campo se tomó la palabra

miércoles, 4 de septiembre de 2013
La República Más
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Bueno, hacía falta un prolongado paro y marchas violentas con protestas desde la propia ciudad para que todos entendiéramos que al campo hay que atenderlo y la infraestructura ya no espera más.
 
Confieso que empezaba a sentirme solo en esta batalla de protesta para que los gobiernos tomen nota de que el campo necesita dinamizarse con políticas públicas apropiadas, que los campesinos necesitan una educación adecuada y ante todo que la infraestructura actual nos aniquilará sin compasión.
 
A las voces al unísono del columnista Daniel Samper en la que advierte que con el paro “los colombianos acabamos de descubrir que los campesinos existen” y del presidente de la Cámara de Infraestructura, Juan Martín Caicedo, se ratifica el concepto de que gastamos mal los recursos de infraestructura.
 
Habría que agregar que a nuestros campesinos hay que ayudarles con una educación adecuada pues en el análisis sobre los problemas técnicos del campo, Daniel asegura que “en Colombia, las abejas corren peligro de desaparecer…los campesinos también”.
 
Ellas, las abejas mueren por el uso de insecticidas que acaban hasta con la vida de las reinas en las cuales se basa la existencia de la colonia y ellos, los cultivadores del campo,  víctimas de la desidia y abandono de los gobiernos que los trata como si no existieran.
 
En estas línea hemos rechazado las vías de hecho, pero en general se ha destacado que lo extraño de la protesta de los campesinos es que no lo hayan hecho antes, aunque en general nadie aprueba que se bloqueen caminos, la quema vehículos o que haya heridos, que perjudican sobre todo a otros campesinos. 
 
Y si al abandono del campo se le suma la falta de coherencia en el desarrollo de infraestructura, pues sencillamente la matemática es simple, mayor descontento, menos productividad con ínfimas posibilidades de competir porque no hay tampoco manera de vender los productos, si es que hubiera manera de cosecharlos.
 
El campesino colombiano siempre baila con la más fea, porque debe pagar caros fertilizantes y soportar la presión de las importaciones agrícolas que han crecido con el TLC como  la soya que subió 467%, los lácteos, 214%, la carne de cerdo 66% y el trigo, un 15%.
 
Fedesarrollo señala que en los últimos años bajó la pobreza en el país, salvo en el área rural, donde aumentó la indigencia y persiste la miseria. Esa pobreza podría reducirse con efectivos planes educativos que hagan que las nuevas generaciones de labriegos amen su trabajo y se queden para producir la comida de todos.
 
Y como si fuera poco ya estamos empeñados hasta casi el 2030 en inversiones en carreteras pero sólo se ven los gastos y nada de movimiento, porque no atacamos el mal de raíz que está en la eficiencia que debe tener cualquier proyecto de inversión en infraestructura.
 
Caicedo Ferrer es claro al insistir en que la infraestructura, al igual que la mayoría de las políticas públicas que generan desarrollo deberían estar blindadas de la campaña política, para evitar que la tentación de tomarse una foto cortando la cita lleve a que el puente se caiga, porque hubo mucho afán, poca planeación y  desgreño administrativo. 
 
El campo se tomó la palabra, es hora de darle lo que se merece y la educación es una buena opción.
 

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