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Hacía 45 años no se contaba con un censo agropecuario en Colombia. Si partimos del supuesto de que un censo de esta naturaleza es una fotografía actualizada del sector rural, habrá que convenir que más que una fotografía teníamos un daguerrotipo.
El censo agropecuario actualizado es un instrumento indispensable para diseñar las políticas públicas del sector que venía fijándose de manera tosca por falta de un censo actualizado.
El estándar internacional predica que cada ocho años los países deben actualizar las fotografías estadísticas de su sector rural. En el gobierno Santos, por decisión de gran visión adoptada en 2011, se resolvió enmendar esa grave anomalía. Sus frutos fueron entregados por el Dane luego de un trabajo ingente que implicó la visita prácticamente a la totalidad de los predios del país.
La conclusión principal de los primeros resultados divulgados es la de que la pobreza sigue siendo protuberante en las zonas rurales. Y medida sobre la base de lo que se denomina pobreza multidimensional en el área rural dispersa, alcanza un nivel de 44,7% que es el doble del promedio nacional. A partir de esta premisa, los otros indicadores que ilustra el nuevo censo no dejan de inquietar, aunque en cierta manera ya eran presentidos:
• Hay un grave cuello de botella en la institucionalidad educativa de las gentes del campo: 72,6% sigue teniendo graves restricciones de acceso a la educación.
• 20% de la población entre los cinco y 16 años no está asistiendo a escuela o plantel educativo alguno.
• El 11,5% de la población rural sigue siendo analfabeta.
• Del área rural dispersa 50,6% está ocupada por bosques naturales; 40,6% está dedicada a usos agropecuarios (con una alta prelación de usos asociados a ganadería extensiva); y el área dedicada a agricultura propiamente dicha alcanza 7,1 millones de hectáreas. En esto el censo arrojó un hallazgo un tanto sorpresivo pues venía estimándose que el área dedicada a la agricultura era un millón y medio menos de hectáreas de lo que resultó.
• Se nota un afianzamiento notable de los cultivos permanentes frente a los transitorios. Mientras que los primeros ocupan 74,8% del área censada, los segundos representan solo 15%.
• El nuevo censo confirma la acentuación de las dos tendencias que, aunque aparentemente paradójicas, han venido caracterizando la estructura de la propiedad agraria en Colombia: de una parte, se ha elevado la concentración en la propiedad; pero de otra, y de manera no menos preocupante, encontramos que se ha acentuado el minifundio en muchas comarcas del país.
• También confirmó el censo que la población de la Colombia profunda se sigue envejeciéndose. Con relación a los censos y encuestas anteriores más viejos se están quedando en el campo al paso que los jóvenes migran a las ciudades en busca de mejores horizontes.
• A pesar de que ha aumentado la calidad de la vivienda rural continúa viéndose un déficit habitacional sensiblemente mayor en los campos que en las ciudades. Más de la mitad del déficit habitacional de Colombia -sobre todo en el aspecto cualitativo- es rural.
Los resultados del nuevo censo agropecuario son, pues, una herramienta invaluable, de una parte, para que las políticas publicas en el área rural no se sigan aplicando a ojímetro sino con una base estadística sólida. Pero de otra, serán también un instrumento valioso para que el pos conflicto rural (compendiado en el acuerdo número uno de La Habana) pueda aplicarse con rigor y seriedad.