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Analistas 24/10/2014

Con Panamá, matamos el tigre y…

Analista LR
La República Más
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Todos parecieron quedar felices con el “memorando de entendimiento” logrado en la noche del martes 21 de octubre para retirar a Panamá de la lista de paraísos fiscales y negociar de aquí al 15 de septiembre del 2015 un tratado sobre doble tributación e información financiera; felices, el gobierno de Santos, que mató el tigre y pareció asustarse con el cuero; los inversionistas colombianos, que tienen casi un año más para seguir haciendo lo mismo que han hecho siempre, y el Estado panameño, que consiguió lo que quería: más plazo para manejar un tema que en realidad es toda una papa caliente y casi un sin salida pues la base de su estructura financiera y la explicación a su impresionante crecimiento económico están en el secreto, en la vista gorda y en la moral de no preguntar mucho sobre la procedencia de los capitales depositados en sus bancos y en los compromisos y obligaciones de esos capitales en sus naciones de origen.

Pero, además, Panamá se mostró como una nación fuerte, con peso en su diplomacia y con capacidad para golpear en el escritorio. Mirando el curso de los hechos en el último año alrededor de este episodio queda la sensación de que ese país le ganó el pulso a Colombia, e inclusive le asestó un sonoro bofetón a nuestras relaciones exteriores.
En 2013, y tras once años posponiéndolo, el Gobierno colombiano hizo pública la “lista gris” de 44 paraísos fiscales (así lo obliga la Ley 788 del 2002). Por deferencia y por los altos intereses en el istmo, excluyó a esa nación, pero le fijó un plazo de un año para conseguir algún acuerdo sobre información financiera.

A punto de vencerse, y como lo reveló Semana en su nota de portada, el ministro Mauricio Cárdenas, llamó varias veces a su homólogo panameño, Dulcidio de la Guardia, y este ni siquiera le pasó al teléfono. Panamá evidentemente no estaba interesada en acuerdos, y Colombia procedió el 7 de octubre a incluirla en la “lista gris”, pero para hacerse efectiva a partir de enero del 2015. Contraria a la actitud de Bogotá, de plazos razonables y buen tono, los vecinos decretaron perentorios que si en siete días no los retiraban de esa lista, le aplicarían a Colombia la “ley de retorsión”, con las retaliaciones consecuentes.

A pesar de que la canciller Holguín afirmó que no se dejarían intimidar por esa amenaza, la realidad mostró que la noche en que se vencía el ultimátum, desde Bogotá divulgaron el “memorando de entendimiento” y se excluyó al vecino de la famosa lista.

Me parece un poco ingenuo decir, como están diciendo algunos, que es un triunfo de Colombia porque consiguió de Panamá el compromiso de un acuerdo. En realidad, las cosas simplemente volvieron al mismo punto en que estaban hace un año, cuando se les dio el plazo para no ser considerados paraíso fiscal. Analizando lo que dijo la canciller de ese país, Isabel de Saint Maló, en el comunicado para anunciar que salían de la lista, no hay compromiso alguno de nada y sí, más bien, un uso exacto de cada palabra y cada término para no comprometerse. Ese, además, es el abominable arte de la diplomacia.

Así, textualmente, la señora Saint Maló dijo: “Vamos a desarrollar una agenda de conversación que nos permita explorar la conveniencia de negociación de cooperación en materia, uno, de combatir el lavado de dinero y el blanqueo de capitales (…), y dos, evitar la doble imposición fiscal”. Más adelante añadió: “No hemos llegado a ningún acuerdo de fondo”, para continuar: “Nos hemos dado un plazo de un año para explorar el tema. Por el momento, nos hemos comprometido a explorar la posibilidad de avanzar en temas que han sido motivo de conflicto entre ambos países. En materia fiscal somos de la opinión que es en el mejor interés de nuestro país explorar la viabilidad de un acuerdo (…)”.

Y concluyó con este puntillazo: “Hemos enviado un mensaje al mundo: no estamos dispuestos a negociar acuerdos ni bajo presión ni a la carrera”.
No hace falta un análisis semántico profundo para notar el uso de términos escurridizos, ambiguos (subrayados arriba): “Por el momento”, “la conveniencia”, “la posibilidad”, “la viabilidad”, así como el uso reiterativo de la palabra “explorar” en su discurso, y el perfecto camino medio que se esconde en la frase “Vamos a desarrollar una agenda de conversación que permita explorar la conveniencia…”

Ya Panamá demostró a lo largo de este último año que no está muy interesada en el asunto, y que inclusive le incomoda. Y como no están dispuestos a “negociar a la carrera”, no es descabellado que se tomen este otro año y no pase nada. En fin, esta es la misma enclenque diplomacia colombiana, apabullada, temerosa… esa que entre otras perdió el istmo invaluable hace 111 años y luego aceptó de manera vergonzosa US$25 millones de Estados Unidos como indemnización para nunca reclamar.

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