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Asamblea de Asoexport

domingo, 23 de noviembre de 2014
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Durante la semana que culmina se llevó a cabo la 78 Asamblea de Asoexport en la ciudad de Cartagena. La realización del PreCongreso Cafetero así como la preparación de nuestro próximo Congreso Nacional Cafeteros, asuntos que requieren de gran atención dada su particular importancia, me impidieron asistir a esta cita anual con los exportadores de café, tal como ha sido mi costumbre y como era mi deseo. Sin embargo, quiero en esta oportunidad compartir con ustedes una síntesis de las palabras que el doctor Carlos Alberto González A., Gerente Comercial de la Federación, amablemente leyó en mi representación.

Como todos ustedes bien saben, el café ha vuelto a estar en el centro del debate público, asunto que demuestra lo enraizado que está en el acontecer nacional nuestra caficultura y que agradecemos, pues fortalece a nuestro gremio, demostrando a su vez el papel prioritario de nuestro proceder.

Opiniones, recomendaciones e informes de expertos que proponen las más variopintas alternativas para el futuro de las caficultura en Colombia, han sido expuestas en distintos medios y columnas de opinión. Obviamente mi presencia en este evento tiene el alcance de escucharlos a ustedes que son los grandes colocadores de nuestro grano en el mundo, con el propósito de unir fuerzas para obtener entre todos mejores resultados.

 Pero no es este el escenario para acordar los temas de la caficultura nacional que cuenta con una arquitectura propia, que ha soportado los más intensos debates y controversias que, insisto, enriquecen por su diversidad y procedencia, nuestro accionar y devenir cafetero.

Cuando pienso en esta arquitectura no puedo dejar de recordar que la guadua, el “acero vegetal”. La guadua, tan arraigada en nuestro paisaje, crece con una singular fortaleza gracias a sus raíces que aseguran su crecimiento. Seguramente quienes diseñaron las decisiones cafeteras pensaron en la importancia de esas raíces para que pudieran soportar los más feroces vientos y tormentas, como se ha demostrado por más de ocho décadas.

Por eso es grato en medio de tan ricas y diversas opiniones, algunas de las cuales plantean que el comercio y el mercado deben superar la importancia del ser humano la opinión de Roberto Junguito, ex-ministro de hacienda en dos gobiernos de orientación política distintas, que fue presidente de Asoexport y de Fasecolda, experto en temas cafeteros, que conoció esta arquitectura desde su infancia, porque su padre también estuvo vinculado al café, resulta como siempre muy relevante.

El doctor Junguito, quien con la autoridad que brinda el conocimiento que multiplica la experiencia, ha expresado recientemente lo siguiente sobre la regulación: “Otra línea de debate es la relacionada con el control de la calidad de exportación. Los autores sostienen que este impide la competencia y no reconocen adecuadamente que este se ha hecho para optimizar el diferencial de precios por calidades.

Este tipo de regulación no impediría, entre otras, que las autoridades cafeteras permitan la producción y exportación de café robusta en Colombia”.

De igual manera otro reconocido y lúcido economista, Eduardo Sarmiento advierte, con tino y precisión lo siguiente: "El país todavía tiene poder de mercado. El abandono de la intervención de la Federación en el precio de compra y en las exportaciones significaría entregarlo a los agentes privados en detrimento de los intereses nacionales y de la mayoría de los productores”.

El país vive un momento crucial de su historia que genera opiniones encontradas pero que nos debe conducir a cesar la confrontación armada fratricida. La paz, como ha dicho el propio Presidente a raíz de los últimos desafortunados acontecimientos, “es un valor supremo para los colombianos y un anhelo nacional”.

Una vez alcanzada esta significará, qué duda cabe, mayor capacidad de inversión, de construcción y, para nosotros los cafeteros como para ningún otro sector de la población esta paz entendida como el silencio de los fusiles, como la semilla del progreso, sí que es valorada. Son nuestros caficultores quienes se quedaron en el campo en estos cincuenta años de lucha armada, quienes han permanecido en la parcela, con la terquedad que solo brinda el conocimiento, cultivando la tierra, y sacando a lomo de mula, por trochas de nuestras cordilleras o por caminos vecinales al mercado del mundo el trabajo de más de 560 mil familias cafeteras que no se han arredrado ni a la violencia ni a los vientos y vaivenes inclementes de mercado.

Es esta enorme familia a la cual no se puede soslayar para plantear mejores destinos que hasta hoy no ha tenido descanso por dar lo mejor de sí misma y que ha cultivado lo mejor de sus tierras ofreciendo al mundo el más prestigioso café suave sobre la faz del planeta.

Los invito a que nos acompañen al próximo Congreso Nacional Cafetero para que puedan observar y reafirmar la forma cómo tomamos nuestras decisiones de manera justa y democrática, cómo en la unidad y diversidad defendemos lo que se ha hecho por generaciones enteras, en donde miles de trabajadores honestos han aportado su esfuerzo y conocimiento al crecimiento del país, y donde el gremio ha sabido convertir su dedicación y convencimiento en nuestro motor gremial.

En este proceso enfrentamos como política de la Federación el dilema de buscar que el productor obtenga una mayor recompensa por sus productos, pero que además, le llegue la mejor calidad al consumidor. Por eso, no se trata de una labor sencilla, pero ese ha sido nuestro objetivo prioritario.

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