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Se estrena la primera road movie colombiana

viernes, 23 de noviembre de 2012
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Colprensa

Dos entrañables amigos están a punto de emprender un viaje de autodescubrimiento. Mientras uno lo hará a través de sus letras, el otro se arriesgará a recorrer el país.

En compañía de dos inmaduros jóvenes, Lucas se lanza a la carretera, en una especie de alegre y desenfadado paseo. Sólo quieren disfrutar del paisaje, profuso licor, drogas domésticas, y picardías sexuales en prostíbulos de ocasión. Pero pronto estarán inmersos en el conflicto sociopolítico de los campos colombianos, un horror que hasta entonces apenas habían visto en televisión o en periódicos.

Al tiempo, frente a su vieja máquina de escribir, Julián va recreando su dolor y angustia en una exótica pose masoquista. “Apatía no es que no importe, es que no duela”, o “La vida es un instante hasta que uno se muere, y si no se muere es un día más viejo”,son algunas de las frases que maneja el relato a partir de la voz en ‘off’ de Julián. Por supuesto, es el grito de una juventud que crece entre la contienda que conoce desde que nació, y que también han vivido sus padres y abuelos.
Una coraza defensiva, la apatía, es la ignorancia del terrible entorno, de la triste realidad diaria.

‘Apatía, película de carretera’ es una cinta dura y difícil de digerir. Es el típico filme al que el gran público calificaría como “otra película de sangre, violencia y guerra, de las que abundan en Colombia”. Ojalá que no.

Ciertamente, al margen del compromiso social que el cine tiene con la comunidad de la que emerge, hay que aceptar que la cinta no escatima la verdad descarnada que enfoca, y quizá se pasa cuando Lucas y sus fiesteros amigos quedan en medio del ojo del huracán de la guerrilla.

Una escena de cabezas cercenadas y puñaladas en primer plano deja claro que la sutileza no es el principio del guión. Que la violencia se muestra así, tan salvaje como es.
Pero no es la violencia el eje narrativo de la película. Ante todo, el filme es una intrigante exploración sicológica plena de matices humanos.

La sagacidad de la composición visual de ‘Apatía’, en realidad sorprende por el manejo de los recursos y la creatividad. Profusas triquiñuelas de montaje, transiciones en multimedia y cortinilla, énfasis en ángulo cenital, picados y contrapicados, pantalla fragmentada, ángulos aberrantes y largos fundidos a rojo, profusión de planos cortos y súbitos acercamientos, son los elementos de la puesta en escena que mantendrá cautivo el ojo de los espectadores.

En la parte actoral destellan Javier Gardeazábal, proveniente del teatro y quien ya ha mostrado lo suyo en títulos como ‘El Colombian dream’, ‘Satanás’ y ‘Alborada carmesí’. Lo equipara en vigor y talento Kike Mendoza, eje del clímax del filme ‘La sangre y la lluvia’.

Es posible que ‘Apatía’ no constituya el gran atractivo popular de la cartelera cinematográfica. Evidente, no es una película del común.
 

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