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Se estima que la región creció 0,9% en 2017.
El Banco Mundial espera que la economía colombiana crezca 2,9% este año, lo que significa un aumento de 0,3 puntos porcentuales respecto a la proyección que entregó en su informe de proyecciones para América Latina en octubre del año pasado. En ese momento, había calculado un PIB de 2,6% para 2018.
Según el documento Perspectivas económicas mundiales, el PIB local este año será impulsado por el consumo de los hogares, la recuperación del crecimiento de las exportaciones y las reformas estructurales que mejoren la competitividad. El informe resalta la manera en la que la economía colombiana se vio afectada el año pasado por "la moderación de los precios del petróleo y la maduración de los yacimientos petrolíferos". El PIB estimado para 2017 continúa en 1,8%.
Germán Nova, profesor investigador de la Universidad Nacional, considera que efectivamente el repunte del precio del barril del petróleo va a jalonar la economía nacional, pero no cree que crezca a los niveles pronosticados por el organismo internacional.
“Pasar de un crecimiento de 1,7% a 2,9% es muy optimista en mi opinión. Considero que el desempeño de este año estará en 2,5%. No es bueno que la economía dependa únicamente del petróleo, así que el nuevo Gobierno tendrá el reto de diversificar las exportaciones, crear condiciones para el gasto público y establecer una reforma tributaria estructural”, dijo.
El Banco espera que el crecimiento económico de América Latina y el Caribe se acelere a 2% en este año y aumente a 2,6% en 2019, datos que contrastan con el crecimiento del año pasado, que se estimó en 0,9%. Se prevé que el fortalecimiento del consumo y la inversión de privados, especialmente en países exportadores de commodities, impulsarán el crecimiento de la región.
En general, Martín Cáceres, profesor de economía de la Universidad Politécnico Grancolombiano, está de acuerdo con estas expectativas pues espera que el consumo interno se fortalezca y que continúe el alza del precio del petróleo. Sin embargo, considera que la inversión en la región va a ser poca.
“Este año hay elecciones presidenciales en Colombia, México, Paraguay y Brasil, por lo que se generará incertidumbre en la región y esto disminuye la inversión”, explicó.
De acuerdo con el reporte, los países miembros de la Alianza del Pacífico crecerán por encima del promedio de la región, ya que se espera que México repunte a 2,1%, Chile a 2,4%, Colombia a 2,9% y Perú a 3,8%.
"Este año hay Mundial de Fútbol, por lo que el consumo pordría ser redirigido a viajes, alcohol y electrodomésticos como televisores y equipos de sonido".
"El pronóstico de 2% para América Latina y el Caribe me parece bajo, yo creería que el crecimiento puede estar cerca de 2,5% y 2,8%".
Por otra parte, el informe menciona que el crecimiento de la región está sujeto a ciertos riesgos de desaceleración. Uno de ellos es la incertidumbre política en países como Brasil, Guatemala y Perú. También se mencionan los desastres naturales, los efectos secundarios negativos provenientes de cambios en los mercados financieros internacionales y un aumento del proteccionismo comercial en Estados Unidos promovido por la administración de Trump.
En cuanto a cifras globales, el Banco Mundial destaca que el crecimiento de la economía mundial será cercano a 3,1%, pues además del alza de los commodities, se espera que también se recuperen la inversión, el comercio y las manufacturas. Según sus pronósticos, en las economías avanzadas el crecimiento estará alrededor de 2,2%, mientras que en los mercados emergentes y en las economías en desarrollo alcanzará 4,5%.
“3,1% me parece coherente con el desempeño de las economías desarrolladas, ya que Europa está saliendo de la recesión y esto estimula economías como la colombiana. Además, China presenta una buena dinámica y las medidas de Trump podrían tener buenos resultados en el corto plazo”, expresó Nova.
Por último, el informe advierte que 2018 será el primer año, desde la crisis financiera, en el que la economía mundial funcionará cerca a plena capacidad, lo que en el largo plazo podría significar la desaceleración del crecimiento potencial, que pondría en riesgo los avances logrados en los niveles de vida y en la reducción de la pobreza mundial.
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