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sábado, 1 de noviembre de 2014

Partimos desde la idea de que la competitividad es fruto del buen gobierno corporativo, que finalmente incide en los ‘stakeholders’ de las compañías, y a su vez en el desarrollo del país. Las ventajas que observamos se podrían resumir así:

La identidad como sello indeleble. Muchas de las empresas de tradición han construido sus rasgos de identificación alrededor de sus valores familiares, los cuales, se convierten en una gran oportunidad a niveles importantes. Por un lado a nivel externo, logran comunicar, conectar y crear una imagen sólida con sus públicos de interés (usuarios, consumidores, sociedad civil, entre otros), y a nivel interno, facilitan que los colaboradores se adhieran rápidamente a la cultura organizacional lo cual facilita la consecución de las metas propuestas. 

El compromiso y la competitividad van de la mano. El sentido de pertenencia de los altos ejecutivos hacia sus compañías heredadas no tiene límites, es por esto que, serán quienes más horas laborales cumplan, ejecutarán más ideales de negocios e inversión, tendrán el mayor interés hacia los temas de formación y certificación del capital humano, desarrollarán prácticas de buen gobierno que contribuyen al clima y la cultura organizacional, entre otros aspectos cruciales.

“Siempre es mejor cuando se trabaja en familia”. Los profesionales que se realizan o crecen dentro de dicha estructura empresarial difícilmente se vincularán en proyectos de otras empresas. Se podría decir que la retención del capital humano en las compañías familiares se eleva a índices adecuados y suficientes para que las pymes, por ejemplo, logren la estabilidad que les permitirá crecer y competir en mercados insospechados. Las relaciones interpersonales en esta clase de organizaciones son un gran plus, donde los integrantes del equipo, que a su vez son familia, no solo persiguen el éxito económico, sino el social y familiar.

En cuanto a las desventajas de las empresas familiares, que encontramos como “amenazas” o factores que pueden afectar la armonía de las mismas y que se pueden evitar, señalo:

Recelo al cambio. Es común encontrar compañías que se confían y no se adaptan a los nuevos entornos de la economía global porque piensan que la “fórmula empresarial” que durante años les ha servido, hoy les funcionará igual. O sencillamente, son tan tradicionales que se aferran a antiguas prácticas y no innovan.

Gerentes que no son líderes. Ser dueños no garantiza tener las cualidades profesionales y personales para dirigir su propia empresa. Por eso, delegar a quienes sí pueden llevar las “riendas” es la decisión más estratégica que se puede tomar cuando no se quiere arriesgar la productividad de las ideas de negocio.
 

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