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jueves, 14 de mayo de 2015

Hay algunos casos en los que las empresas no desean invertir en el desarrollo de soluciones por no encontrar rentabilidad suficiente en estas áreas. En la lógica empresarial se busca la maximización de las utilidades. Esto implica que en ocasiones se tomen decisiones donde se dejan de lado productos cuyo desarrollo sea costoso o no tengan demanda suficiente para generar márgenes de utilidad interesantes.

Lo mismo pasa en el caso de los Estados que están pensando en la misma lógica utilitarista donde se busca “la mayor felicidad para el mayor número de personas”. Esto en el campo de la investigación y el desarrollo se traduce en un enfoque hacia las áreas donde más se impacten ciudadanos.

En este contexto, las necesidades de las minorías quedan insatisfechas u olvidadas. Es el caso de las enfermedades huérfanas. Huérfanas del Estado y del sector privado que no encuentran interés en invertir sus recursos en la solución de estas enfermedades por no ser suficientemente rentables o significativamente prevalentes en la población.

En la Ley 1392 de 2010 se declararon las enfermedades huérfanas como de especial interés. Incluso en el artículo 11 de esta Ley se estableció que el Estado debe estimular la investigación científica de estas enfermedades.

Posteriormente en la Ley 1438 se estableció que las enfermedades huérfanas “comprenden, las enfermedades raras, las ultrahuérfanas y olvidadas. Las enfermedades olvidadas son propias de los países en desarrollo y afectan ordinariamente a la población más pobre y no cuentan con tratamientos eficaces o adecuados y accesibles a la población afectada.”

El primer censo de enfermedades raras en Colombia, realizado en el marco del Decreto 1954 de 2012, arrojó un número de más de 13.000 personas reportadas. Lo que demuestra que pese a ser una minoría, es una población importante.

Aparte de estos tímidos avances en la legislación el desarrollo en investigación estatal en Colombia en esta materia es poco. Demostrando que es necesario hallar soluciones para estas personas y sus familias.

Por otro lado, el crowdfundig en la literatura especializada se ha clasificado en tres modelos (i) basado en donaciones, perfecto para causas sociales o medioambientales, (ii) basado en recompensas, que se adapta a nuestra figura de la compraventa de la cosa futura y (ii) el basado en inversiones donde el aportante espera obtener una rentabilidad sobre el dinero que aporta al proyecto.

Para el desarrollo de investigaciones en áreas que no atraen a los estados ni a las empresas parecería que el modelo más adecuado es el de las donaciones. Pues no sería viable generar algún producto que se pueda entregar como recompensa, especialmente porque las investigaciones pueden tardar años sin dar resultados. Tampoco puede garantizarse rentabilidad sobre estas investigaciones. 

En el estudio titulado “Crowdfunding drug development: the state of play in oncology and rare diseases”, publicado por Drug Discovery today (volumen 19, Number 11), Nick Dragojlovic y Larry D. Lynd, analizaron 125 campañas de crowdfunding encaminadas a financiar investigaciones en oncología, que se encontraban distribuidas en 8 plataformas de crowdfunding.

De las 125 campañas analizadas, 97 de ellas lograron recaudar más de 4,4 millones de dólares. El resto de campañas no lograron recaudar siquiera el 1% del capital que pretendían recoger.

Igualmente fueron analizadas cinco campañas encaminadas a financiar avances en investigaciones sobre enfermedades raras, marco en el cual se encontraron dos casos que lograron recaudar más de US$100.000.

Teniendo en cuenta que los montos recaudados no son despreciables y que se trata de plataformas que han sido lanzadas entre 2012 o 2013, es decir hace relativamente poco tiempo, el futuro es prometedor.

El crowdfunding ha demostrado ser un mecanismo eficaz para el desarrollo de proyectos sociales y filantrópicos desde hace mucho tiempo y en varias latitudes del mundo. Su aplicación a la financiación de investigaciones científicas es solo un nuevo uso de la herramienta que además se puede combinar con las fuentes tradicionales de financiación para estos proyectos. Es decir, implementar el crowdfunding no implica renunciar a las donaciones institucionales o a los impulsos del Estado, sino que pueden ser un buen complemento.

Estos casos comprueban que el Crowdfunding puede ser la fuente de financiamiento que impulse la innovación e investigación en áreas olvidadas pero no por ello inexistentes o irrelevantes. Se abre entonces una nueva posibilidad para que los investigadores del mundo financien sus avances fuera del contexto de la subvención estatal o la inversión privada.