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martes, 7 de noviembre de 2017

Hace algunos días tuve el honor de participar como expositora en el Primer Conversatorio Sub-regional de Expertos sobre Propiedad Intelectual (PI), Innovación y Equidad de Género, organizado por la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), la Cancillería y la Universidad del Rosario.

El tema que me correspondió abordar tenía relación con el Uso de los Sistemas de Propiedad Intelectual y la Equidad de Género, el cual a primera vista me pareció que buscaba aunar dos problemáticas que poco tenían que ver entre sí.

Es imposible hablar de uso del sistema de propiedad intelectual sin hablar de innovación, pues si no hay innovación, no hay uso del sistema, y me refiero aquí a la innovación entendida tanto en un sentido estricto, como la solución de un problema técnico que puede ser protegida por una patente de invención, como en un sentido más amplio, es decir, como el fruto del ingenio y del talento humano.

Colombia se ha propuesto la meta de ser uno de los tres primeros países del mundo más innovadores para el año 2025. Sin embargo, falta camino por recorrer.

Según el informe de la OCDE, el sistema de innovación en Colombia es aún pequeño y carece de un centro empresarial fuerte. Esto se mide mirando indicadores tales como el porcentaje del PIB que se invierte en innovación (un 0,2% frente a 1,16% que invierte Brasil) y el número de solicitudes de patentes presentadas por residentes (321 en Colombia en el 2015, frente a 4641 en Brasil en el mismo año). Apenas un tercio de las empresas manufactureras han introducido innovaciones en sus procesos. El sector empresarial aporta apenas un 30% del total de la inversión en Investigación y Desarrollo, cuando lo usual en un país de la OCDE es que dicho sector aporte entre el 65 y el 75%.

No cabe duda, entonces, que se requiere un mayor enfoque del sector empresarial hacia la innovación, y una investigación enfocada a solucionar los problemas reales del sector empresarial. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la equidad de género?

Una participación más equilibrada en el liderazgo afecta positivamente el enfoque de la investigación. La falta de diversidad en la toma de decisiones lleva a resultados más bajos de lo esperado, a una mentalidad de pensamiento de grupo con tendencia a minimizar conflictos, y a tratar de llegar a acuerdos sin un análisis crítico de las ideas propuestas.

Esto es aún más grave cuando se refiere a la investigación. En efecto, la investigación se basa en la generación de nuevas ideas, lo cual se estimula y fomenta en ambientes diversos y no uniformes.

Un estudio de la Universidad de Castilla la Mancha del 2014 reveló que la diversidad de género dentro de un equipo investigador fomenta soluciones novedosas que conducen a innovaciones radicales tanto para la empresa como para el mercado, y que formar equipos mixtos de hombres y mujeres en un contexto tecnológico es un elemento clave para aumentar la competitividad.

Londa Schiebinger, líder del proyecto Innovación con Perspectiva de Género, considera que cuantas más mujeres participan como autoras de un estudio médico mayor es el nivel de análisis con perspectiva de género, y cita varios ejemplos de lo costoso que puede resultar no tomar en cuenta esta perspectiva. Afirma, por ejemplo, que entre 1997 y 2000, se retiraron del mercado estadounidense 10 medicamentos por sus efectos potencialmente mortales, ocho de los cuales presentaban un riesgo mayor para la salud de las mujeres que para la de los hombres. Estos medicamentos probablemente no hubieran salido al mercado si se hubiesen analizado desde una perspectiva de género. Confiemos, entonces, en que el análisis con perspectiva de género pase a formar parte integral de la manera de llevar a cabo actividades de investigación y desarrollo.