Agregue a sus temas de interés

Agregue a sus temas de interés Cerrar

viernes, 17 de noviembre de 2017

Hace tiempo quería escribir sobre la posverdad, que en realidad se refiere al arraigo de creencias y convicciones basadas en la emoción, que no logran ser refutadas por las evidencias, ni por los hechos objetivos.

Es paradójico que en una columna jurídica, se hable de posverdad o mentira emotiva, sabiendo que nuestro Código Penal tipifica la injuria o calumnia sancionándola penalmente, pero es la realidad que estamos viviendo. Cada doce meses, los editores del Diccionario de Oxford destacan el vocablo que más se usa, para ser considerado palabra del año, analizando los términos que más se han empleado en los últimos meses.

Así encontré que el Diccionario de Oxford anunció que la palabra del año pasado fue posverdad, en inglés “post truth”, término que se difundió masivamente a raíz de los sorpresivos triunfos del Brexit y de Donald Trump y el plebiscito por la paz en Colombia.

Para este año, el original galardón se lo llevó “fake news”, en castellano, noticias falsas, pues su uso, según los expertos, aumentó en un 365%.
Encontramos por lo menos cinco características que facilitan el triunfo de la posverdad:

La primera es el ambiente de polarización entre posturas extremas del ámbito político y social, en este contexto encontramos los plebiscitos y las fallidas revocatorias del mandato, la feroz lucha entre el Sí y el No, que toma la forma de una confrontación entre la luz y la oscuridad, así el infierno contra el paraíso, es un terreno fértil para la posverdad.

La segunda es la publicidad, que descubrió como en un estudio de prensa con la frase adecuada, se puede construir el mensaje más certero para desinformar, descubriendo dónde, cómo y cuándo ponerlos a navegar en las redes hasta hacerlos tendencia, en un mundo donde, a partir de la última década, todo debe decirse en 140 caracteres y ahora en 280.

La tercera es el uso masivo de las redes sociales, que permite que injurias y calumnias alcancen a millones de usuarios de la red, pasando a punta de repetición a convertirse en incuestionables verdades a pesar de que carezcan de verificación.

La cuarta característica, es la creciente debilidad de los medios de comunicación tradicionales, que generalmente hacen parte de un grupo económico al cual le acomodan la información, dejando de lado la obligación de orientar y dejar información veraz y objetiva.

La quinta es la noticia mediática, pues en este siglo XXI la vida es una puesta en escena permanente, por las miles de cámaras en la ciudad, por la facilidad de que nos graben con los celulares y por los medios noticiosos, teniendo como aliados incondicionales a los realities y a los llamados youtubers porque estimulan el comportamiento engañoso de los participantes.

De esta manera, algunos creen que la posverdad se resuelve con una regulación de las redes sociales y el internet, así como la aplicación del Código Penal por el uso de injurias y calumnias en la red.

Mientras que otros consideran que las redes sociales han reemplazado al periodismo tradicional, por lo que si este no toma medidas para esclarecer la verdad, estará condenado a cederle la información oficial a las redes.

En conclusión, las mentiras tienen ahora un rimbombante nombre como es la posverdad, acompañada de las falsas noticias, términos acuñados desde que se refiere a la realidad virtual que se construye sobre el rumor, la injuria y la calumnia, supliendo los medios tradicionales que se basaban en las ciencias sociales.