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lunes, 25 de septiembre de 2017

La opinión pública ha asumido un rol fundamental en los procesos democráticos del país amparados en los 140 caracteres de profundidad que emiten un concepto del tuitero favorito de turno. Es así como se ha venido desarrollando en Colombia el discurso de desinformación y las principales estrategias de comunicación de algunas avanzadas políticas con miras a las elecciones que se avecinan.

Ya son muchos los llamados que han emprendido diferentes medios de comunicación, líderes de opinión y personajes del común, “zarrapastrosos” como nos citaban en el pasado, que hemos divulgado un sinnúmero de mensajes e ideas a favor del pluralismo en el debate, fundamentado en la verdad y la razón, pero sobretodo tratando de evitar a toda costa, que lleguemos al nivel de agredirnos como resultado de la diferencia de opiniones.

Personas que estigmatizan en los aviones por su ropa y los sindican de guerrilleros; burdos montajes y ediciones utilizadas con el único fin de inducir a realidades inexistentes; personas que destilan la guerra hasta en sus apellidos, vociferando a diestra y ultra diestra cuanta sensación hormonal se sube a la cabeza; personalidades “prestantes”, gentes de bien, con ñoñadas de a peso con taxímetro encendido desfalcando el erario; y una que otra inconsistencia moral, son las que registran nuestras realidades al son de una opinión fundamentada con total cordura y carácter a partir de la firmeza de un “tuitazo”.

Es inconcebible que la realidad nacional, sea como sea, y con 1.000 reparos a los intentos de terminación de una guerra que nos ha desangrado de la forma más mezquina en los últimos 52 años, esté pasando de la ruin y vergonzosa confrontación con armas, a discursos de odio profundo capaces de activar interminables espirales del silencio que pretenden apabullar las válidas opiniones de los ciudadanos.

El miedo que antes nos daba salir de viaje ya no lo sentimos en nuestros trayectos; ahora el pavor lo vivimos a la hora de emitir alguna idea, algún chiste, o algún concepto. Peleando entre los que estábamos de este lado, afuera del monte ¡Qué equivocados estamos!

Pareciera que todo el tiempo tuviéramos que encontrar una razón para vivir ofuscados, nada nos sirve. Hay gente que le encuentra lo malo hasta a la venida del Papa; ya no hay coherencia en ninguna posición. El más ultraconservador pretendiendo ondear las banderas de una ideología totalmente contraria, y el más rezandero vociferando con tirantas en mano la cultura del rencor. ¿En qué momento los no creyentes terminaron enseñándole de reconciliación a algunos que camándula en mano fomentan el odio y la exclusión?

Desde estas líneas nunca he compartido idea alguna con quienes nos hicieron tanto daño en más de 50 años de historia nacional. Recrimino cada acto de violencia, terror y excesos innombrables que realizaron esos movimientos con la sociedad civil, pero eso no puede impedirnos celebrar y ahora por lo menos sin miedo, que tengamos una opción para demostrarles nuestro reproche en procesos democráticos, y no tener que seguir viviendo con la incertidumbre de la guerra.

Ojalá quienes desde la legalidad los combatieron, buscando justicia para el país, hoy puedan desarmar sus discursos, pasando la página de la violencia desmedida, para finalmente empezar a combatir un enemigo común e igual de inclemente: La corrupción.