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martes, 7 de noviembre de 2017

Es posible que tenga una obsesión con el tema de los estadios, no entiendo como los dirigentes sudamericanos sacrifican una fuente importante de ingresos por no controlar a unos desadaptados. El pasado martes veía el partido seis de la serie mundial entre los Astros y Los Dodgers y simultáneamente intentaba mirar una semifinal de Copa Libertadores entre Lanús y River Plate. Los contrastes eran dicientes.

La víspera del partido de Buenos Aires, el director de seguridad aseguró que cualquier hincha del equipo visitante la pasaría mal en el estadio, esta teoría está haciendo carrera en Argentina y en Colombia, la seguridad en los estadios la garantizaría (eso dicen ellos) evitar espectadores visitantes, es decir que el fútbol se convertiría en una sucesión de partidos de un solo color y básicamente para barras bravas que son las que se sienten a gusto con este esquema, imposible para niños o familia.

Simultáneamente, en Los Ángeles, el estadio se veía de dos colores, naranja y azul, sin ningún tipo de segregación, niños, personas mayores y familias enteras disfrutando como nunca el penúltimo partido de béisbol del año.

De eso se trata el deporte, de reunir personas de diferentes opiniones para gozar de un espectáculo. Los intentos para prevenir la violencia en los estadios, generalmente inventados en Argentina, con tintes discriminatorios buscan alejar a cualquier persona que no encaje en el modelo de barrabrava. El último intento es carnetizar a los espectadores para poder entrar a un partido de futbol, en principio para las tribunas donde estos desadaptados se ubican, pero nada parece indicar, como está ocurriendo en argentina, que de seguir la tendencia será para todo el estadio.

Varias preguntas surgen al respecto. Si cualquier persona, en un viaje desea ir a un partido de fútbol en Colombia o en Argentina, le resultaría imposible asistir, no está carnetizado y por lo tanto, en pro de la seguridad, no puede ingresar a un estadio. Con esa teoría nunca podríamos ver al Real Madrid o al Manchester City

La anterior es solo una de las medidas tomadas en búsqueda de la seguridad en los estadios, en Colombia no se puede entrar con cinturones, ni con camisetas de colores que no sean del agrado de las barras bravas, la entrada a un estadio requiere de paciencia y mucho valor pues todos serán esculcados, raqueteados, cacheados y tratados como barra-bravas; ni que decir de tomarse una cerveza o comer algo decente en los estadios, todo está prohibido. En pos de la tan buscada seguridad, las puertas están cerradas durante el partido convirtiendo estos escenarios en trampas mortales. Lo anterior es renunciar a más o menos 40% de los ingresos de un equipo de fútbol, o al menos es lo que ocurre en Europa. Y lo más extraño es que cada vez los estadios colombianos y argentinos son más violentos y están más vacíos.

En contraste, un partido de gran tensión (una final) en el béisbol fue una fiesta, con cerveza, hinchas sin ninguna separación con la tranquilidad de saber que no les ocurrirá nada malo diferente a la derrota de su equipo.

Es hora de pensar en que esquema queremos para nuestro fútbol, uno con estadios semivacíos, convertidos en jaulas de energúmenos donde solo puede ir quien esté dispuesto a estar 90 minutos saltando o una experiencia familiar. Como negocio para los equipos, como experiencia para los espectadores estoy convencido que lo mejor es erradicar las barrabravas y volver a tener un futbol familiar, agradable para todos y excelente negocio para los equipos.