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lunes, 28 de agosto de 2017

Una de las actividades más desconcertantes del deporte organizado es la justicia deportiva; no hablo de las decisiones que, por ejemplo, en el fútbol debe tomar el árbitro, en milésimas de segundo a toda velocidad y con muy poco lugar para el análisis. El árbitro siempre será objeto de escrutinio y, como ser humano que es, cometerá errores o aciertos más o menos importantes. No, se trata de aquellas instancias en que los organizadores de un deporte crean para resolver sobre una serie de circunstancias y conductas dentro y fuera del deporte.

En días pasados, el comisionado de la NFL, algo así como la Fifa pero en fútbol americano, decidió, sancionar con 6 fechas sin jugar a un gran corredor del equipo de Dallas por un caso de violencia doméstica. En los deportes norteamericanos hay una política de cero tolerancia frente a estas situaciones con la que estoy de acuerdo; sin entrar al detalle de la decisión, lo que resulta más asombroso es que la justicia ordinaria absolvió a este jugador de cualquier conducta punible pues aparentemente solo se trataba de un chantaje de una novia despechada. Pues bien, nada de lo que dice la justicia ordinaria importa, de un solo plumazo y sin mayores explicaciones quien para el aparato judicial es inocente resulta ser castigado con no se sabe que pruebas por no se sabe que conducta. Los deportes, por sus características requieren de una justicia mucho más rápida, un tema de un partido de fútbol, una expulsión injusta de un jugador, o el comportamiento de un grupo de hinchas debe ser solucionado de manera adecuada en menos de ocho días.

Para esto se crean los tribunales disciplinarios, que, deberán tomar decisiones sobre estos y otros temas de manera, repito, ágil y se espera que dentro de la ley.

Pues bien, estos tribunales, en Colombia tienen infinidad de funciones y juzgan a deportistas, organizaciones y aún seguidores con una aparente independencia. La realidad es bien diferente; generalmente los miembros de estas organizaciones para-judiciales no tienen conocimiento sobre temas deportivos; son excelentes abogados, en algunas federaciones miembros de las altas cortes, con dos defectos que a mi modo de ver hacen perder toda credibilidad al tribunal disciplinario que presiden, por una parte tienen poco conocimiento en temas deportivos; dirán algunos que el derecho es uno solo, es cierto, pero las características de cada deporte y sobre todo de la justicia deportiva hacen el tema terriblemente especializado y complejo, por lo que se espera mucho más, a la hora de decidir que simplemente ser un excelente jurista. Adicional a esto, muchos de estos miembros de tribunales no tienen el tiempo necesario para analizar y decidir, por lo que se convierten en unos firmones que solamente leen los fallos proyectados por personas con algún conocimiento.

En dopaje, es aún más precaria la situación, sobre esta materia existen leyes nacionales, reglamentos generales internacionales y reglamentos antidopaje de cada deporte, en principio todo se deberá manejar con el Código de la Agencia Mundial al Dopaje pero cada federación hace lo que le parece adecuado.

El deportista está totalmente indefenso y se llega al caso en el que ni siquiera se conocen los reglamentos y el procedimiento brilla por su ausencia. Y todo termina en tutelas que tampoco son la solución ideal. Se espera mayor seriedad y conocimiento de estos tribunales pues en cabeza de ellos están decisiones de mucho dinero y las carreras de muchos atletas.