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lunes, 4 de septiembre de 2017

Me llamó la atención de una columna de este diario, con frases de Kant y del loco Bielsa se mezclaban ideas deportivas, filosóficas y por supuesto, tan en boga en estos momentos, morales sobre la transferencia de Neymar luego de pagar una cláusula de rescisión de más de $200 millones de euros.

Indudablemente se trata de una cifra enorme, no solo en el fútbol sino en cualquier circunstancia de la vida, se han hecho ejercicios inútiles sobre lo que se podría hacer con 222 millones de euros y la verdad se sale de cualquier entendimiento normal de lo que representa el dinero.

Frente a estas afirmaciones, esclavitud e inmoralidad se pueden hacer algunas reflexiones sobre el tema.

Lejos están los jugadores profesionales de fútbol de ser los modernos esclavos; unos jóvenes, no mayores de 30 años, que viven rodeados de lujo, que ganan cantidades ingentes de dinero por jugar al fútbol, con un horario de trabajo semanal de no más de tres horas al día dista mucho de ser una labor que se acerca al maltrato. Los jugadores de fútbol son unos privilegiados, no solo las grandes estrellas como Messi o James, sino también aquellos jóvenes que empiezan y que rápidamente, si son buenos, pueden llegar a ganar sumas que ninguna otra profesión lícita puede ofrecer; son recibidos por presidentes, abordados por la prensa y buscados por modelos, generalmente no pagan sus cuentas en restaurantes y tienen los mejores carros del momento. ¿Esclavos?.

Son famosos los pucheros de varios jugadores que están sentados en la banca de suplentes y que nos hace sentir tristeza por “tan amarga situación” y piden a gritos que “el profe” los deje jugar o los transfiera a otro club que si valore sus cualidades, y es en estos momentos donde aparece el termino de esclavitud. El fútbol por sus características deportivas no puede tener una movilidad plena de sus jugadores-trabajadores, pues la competencia se vería distorsionada y los clubes no pueden, o no quieren hacer dicha transferencia, o al menos no a cualquier precio. El jugador en marras dice que se le maltrata, que se le humilla y que es un esclavo, pero esto son más pataletas que actos de indignidad. Es hora de dejar de pensar que el fútbol es la esclavitud moderna, miremos muchos otros trabajos precarios, inseguros, mal pagos, con verticalidades subyugantes y total control del sujeto por el “patrón”, allí si se puede pensar en esclavitud.

El tema moral es también debatible, ¿pagar sumas enormes de dinero a un trabajador resulta moralmente deseable?, como buen abogado diría depende, ignoro cuánto vale armar un fórmula 1, un carro perfectamente inútil fuera de la actividad peligrosa para la que es diseñado que mueve muchísimo dinero, ¿armar un aparato de millones de dólares (que puede destruirse en instantes) será moral? No cabe duda que deporte mueve muchísimo dinero, el fútbol profesional en España se acerca al 1% del producto interno bruto, por lo que estas cifras reflejan la situación de una actividad que además de ser deporte es para algunos clubes es un buen negocio; lo que no necesariamente es indeseable. Basta indagar el beneficio que trae la cadena de valor que generan, las economías de escala o hasta donde se irradia el eco de un negocio como lo es la transferencia de una estrella.

No alcancé a leer una sentencia en la que está involucrado un club de fútbol profesional y que trata sobre el contrato de trabajo y el salario. Por comentarios parece muy interesante y probablemente será un precedente importante en el fútbol colombiano. En 8 días escribiré sobre el tema.