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viernes, 20 de abril de 2012

Gilles Pfeiffer es un ciudadano francés que seducido por la publicidad turística que se ha anunciado sobre Santa Marta decidió venir con su bote Samara II (en realidad su casa) para dedicarse a hacer turismo, no sólo en la ciudad, sino por el país y países vecinos. Pero Pfeiffer en vez de encontrar la ciudad con la magia de tenerlo todo parece que lo hubiere atrapado la garra de Freddy Kruger.

Nuestro visitante francés hoy anda errante por la Perla de América sin casa y su casa (el bote Samara II) está en manos de la Dian al haber sido éste decomisado.

Pfeiffer llegó a Santa Marta el 12 de noviembre de 2011 con la clara intención de hacer turismo por Colombia y los países vecinos.

Para tal efecto, a través de la agencia aduanera marítima Caribbean Sea Of Colombia, Gilles Pfeiffer tramitó las solicitudes de permiso de importaciones temporales de su bote Samara II, este trámite que se cumplió el día 21 de noviembre de 2011, fue también aprobada por la Dian el día 23.

Permiso que se le concedió por el término de 49 días.

El 16 de enero de 2012 Pfeiffer suscribió un poder a favor de la misma agencia aduanera a efectos que adelantara las extensiones de visa y licencias temporales de importación.

Convencido que todo estaba en orden se fue de paseo hasta terminar por los lados de Perú.

Sin embargo el 26 de febrero de 2012 nuestro ilustre turista estaba de vuelta en Santa Marta, claro con la triste verdad de que Samara II había sido capturado por la aduana y que yo ni siquiera tenía la libertad para entrar en mi propia casa según el relato de Pfeiffer.

Los problemas del francés arrancaron cuando la Dian negó la segunda solicitud de importación temporal de 17 de enero sin que a la fecha él finalmente tuviera realmente claro los motivos por los cuales se dio la negativa y posterior aprehensión de su embarcación

Al parecer, la Dian está dando una interpretación errada a una circular del 2004.

Según se pudo conocer esta entidad aplica a los permisos el tiempo de permanencia otorgado al momento del ingreso al turista por parte de inmigración que normalmente es de 3 meses.

Los entendidos afirman que esa interpretación desconoce la normativa especial que se aplica para las embarcaciones de bandera extranjera, regulado por la Resolución 4240 de 2000, Art. 97 (Modificado por la Resolución 6464 de 2004, artículo 1.) que dice:

Cuando se trate de embarcaciones de recreo o deporte, que permitan la navegación de altura de que trata el inciso 2º del artículo 95 de la presente resolución, la División de Servicio al Comercio Exterior, o la dependencia que haga sus veces, podrá autorizar un plazo de importación temporal de hasta un (1) año.

Lo anterior, cumpliendo con lo previsto en el citado artículo, prorrogable por un año más. (Parágrafo modificado por la Resolución 5370 de 2005, artículo 2.)

Mientras los reclamos van y los conceptos vienen Pfeiffer apenas si puede decir que tuve que llamar a un abogado para hacer oposición, porque la gestión de la Dian ni siquiera soltaba a pesar de mis oraciones.

Incluso me pidió que retire todas mis pertenencias antes de que el personal transfiriera la embarcación a la ciudad de Cartagena con el ejército y no quieren ver que no tengo otro lugar adonde ir, pues Samara II es mi casa.

Lo más grave de la situación de Pfeiffer no es la publicidad engañosa que escuchamos en la reciente Feria de Anato de la Gerente de Turismo al afirmar que somos una ciudad preparada para el turismo mundial, sino que no hay en Santa Marta una oficina de información turística que sirva de enlace entre los turistas y las diferentes autoridades para resolver este tipo de impase; que como en este caso, un simple conflicto de interpretación marcan una lamentable experiencia.

No es un descubrimiento saber que el turismo tiene en la referencia uno de sus mayores potenciales en la promoción.

Es por ello que en junio de 2009 sostuve, ante la noticia de la construcción de la Marina Internacional, que la ciudad no estaba preparada para el turismo de primera clase mundial que ésta ofrecía.

Y sin lugar a dudas esa falta de preparación para atender a los turistas hace que el riesgo es que vengan.

Alejandro Arias

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