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miércoles, 23 de mayo de 2012

En medio de la emoción que me produjo saber que mi sobrina, Valentina Rodríguez Arias, había sido escogida como la niña alcaldesa de la ciudad de Santa Marta me pregunté: siendo cierto que los niños son el futuro del Magdalena ¿podríamos creer que el futuro del Magdalena será promisorio con los niños de hoy?

Históricamente el Magdalena ha sido un departamento con población mayoritariamente pobre, con menor capital humano acumulado y bajos índices de calidad de vida. La población pobre, si bien ha descendido desde 1993, aún sigue siendo alta: 47.68% de la población con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) en 2010.

Por su parte, la pobreza por ingresos, de acuerdo con la Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (Mesep) del Departamento Nacional de Planeación, alcanzó en el Magdalena en 2009 al 60.5% de la población mientras que la pobreza extrema al 22.8%.

Ello quiere decir que las condiciones de pobreza por ingresos son más determinantes entre los hogares magdalenenses que las de NBI, puesto que esta última puede mejorar con la inversión pública y el gasto social, mientras que la primera depende más del nivel de ingreso disponible en el hogar, relacionado a su vez con la calidad de la actividad generadora de ingresos.

La población del Magdalena, además, tiene un perfil laboral que se caracteriza por la precariedad del ingreso y la ocupación, un bajo nivel educativo en la mayoría de los ocupados, un nivel de productividad inferior a la media nacional, además de una tasa inferior de formalidad frente al promedio del país.

Ello refleja en buena medida las deficiencias del sistema de educación y formación para el trabajo, así como de las condiciones de vida, pero a su vez, repercute en la dificultad para alcanzar mayores logros educativos y de calidad de vida, fundamentalmente.

En materia de educación, los logros básicos de una sociedad se relacionan con la acumulación de años de educación y la calidad con que se usan los conocimientos aprendidos para la vida productiva.

En años de escolaridad un 71.3% de la población magdalenense cuenta con educación secundaria o de niveles inferiores, un 15.6% no tiene nivel alguno de educación y apenas un 7.8% ha estudiado educación superior (incluyendo postgrado).

Así mismo, la población ocupada laboralmente muestra menor promedio de escolaridad en relación con la media nacional y aún, de la región Caribe.

Pero a estas cifras se le suma, para agravarla, la incidencia siniestra de la desnutrición que hacen irreversible sus efectos en la pérdida de las capacidades cognitivas.

Respecto al avance en las metas del milenio de desnutrición global en menores de cinco años, en diez años entre 1995 y 2005, esta bajó del 14.6% al 10%; sin embargo, está lejos de la meta nacional del 3% hacia el 2015.

Y el riesgo es que ese porcentaje suba dado que en los últimos años se incrementó la pobreza, y en particular la pobreza extrema, por cuenta de la ola invernal que ha arrojado un saldo cercano a 300.000 magdalenenses damnificados.

Impactando seriamente en la seguridad alimentaria y nutricional pudiendo verse seriamente afectada, incidiendo en los niveles de desnutrición de la población infantil.

Estas cifras resultan aún ser más desalentadoras si las concentramos en la ciudad de Santa Marta en el que los cordones de miseria se han multiplicado en los últimos 10 años continúa...

Alejandro Arias

MIEMBRO ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS INDEPENDIENTES

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