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sábado, 5 de mayo de 2012

El Desempleo se manifiesta como un fenómeno del modelo económico capitalista, de ahí que se hace imperiosa una reforma que lo ataque de manera vertical y que vaya al fondo del problema.

En Colombia, 2.3 millones de personas no trabajaron el pasado 01 de mayo, no por ser día de fiesta, sino porque no tienen en qué. A eso le agregamos, la informalidad del empleo chatarra con sus bajos salarios, produciendo como resultado una baja calidad de vida en los colombianos.

Esta informalidad que sobrepasa el 60% y que junto con la tasa global de participación que en el trimestre de diciembre a febrero llegó al 64.4%, tiene preocupado a los analistas económicos, que no entienden como en medio de un crecimiento económico, dicho indicador no baje del 60% en los últimos años.

A excepción de Venezuela, que promulgó una nueva ley del trabajo que aumentó a 6 meses la licencia de maternidad y baja a 40 horas las horas laborales y otorgó unas nuevas garantías a la clase trabajadora, la realidad del mundo capitalista es más que una tragedia griega, produciendo más de 200 millones de trabajadores desempleados en todo el mundo y 900 millones más que subsisten pírricamente por debajo de la línea de pobreza, de estos 23.8 millones habitan en Europa.

Pero este problema del desempleo, lleva consigo en Colombia uno más preocupante, que es el subempleo, que no se ajusta a un modelo de vida y es contrario al Estado Social de Derecho, que mide no al empleado sino al ocupado en actividades económicas que no les permite ganar siquiera un salario mínimo digno.

Nos preguntamos cómo resolver el problema estructural del sistema.

En primer lugar las clases trabajadoras requieren verdaderas organizaciones internacionales, pues el capital esta internacionalizado y los movimientos sociales políticos no pueden seguir concibiéndose en el estrecho margen de sus reducidas parcelas nacionales.

Aquí también el movimiento sindical debe cambiar esa perspectiva de mirar al capital como su enemigo, y es aquí también donde el estado y el establecimiento deben dejar de ver a los sindicatos como sus enemigos y comenzar a identificarlos mejor como un factor determinante en la creación de la riqueza.

No cabe duda, como lo afirma Carlos Gutiérrez en Le monde Diplomatique, es hora del internacionalismo y la solidaridad social de una clase trabajadora que hoy representa un porcentaje absolutamente mayoritario en la relación de producción y que como tal está en condiciones de decir 'basta ya'.

En donde a la redistribución de la riqueza material y la prosperidad de la que habla el presidente Santos, le debe llegar la hora en fortalecimiento del llamado estado de bienestar.Por eso, combatir la informalidad y la precarización laboral, que afecta a 3 de cada 5 trabajadores, la pobreza que golpea a 20 millones de colombianos y aplicar los convenios de la OIT, y hacer respetar los derechos laborales y la libertad sindical debe ser la consigna de nuestra clase trabajadora.

Jaime Ardila Barrera

Auditor General de la República

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