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  • Fernando Álvarez Rojas

domingo, 18 de noviembre de 2012

La situación de InterBolsa se presta para el análisis propio del derecho económico.

La actuación de la Superintendencia Financiera salvó al sistema, lo que demuestra dos cosas: una, que los mercados no se auto regulan; que el deseo de lucro lleva a jugadas arriesgadas que se mueven en el estrecho límite de lo prohibido y lo permitido, en algo que será objeto de investigación por quienes tienen la competencia para juzgar a los administradores que confunden el éxito empresarial y personal con los precios alucinantes y con los negocios imposibles. Una segunda, es que constituye riesgo para el mercado una marcada concentración. InterBolsa manejaba 1.6 billones de pesos en títulos de deuda pública, lo que genera una asociación de la suerte del mercado con la del agente que, en este caso, se constituyó en amenaza para el propio Gobierno. Las posiciones dominantes en mercados reducidos como el nuestro donde hay 28 firmas comisionistas, aumentan el grado de exposición y la fragilidad del sistema que puede quebrarse por la avalancha iniciada al caer el grande.

Adam Smith creyó en el self interest dentro de una condición ética que conduce a la auto restricción. Cuando el límite y la conciencia del otro se pierde, cuando convertimos al otro en medio y no en fin, no hay mano invisible, sino soterrados movimientos que obedecen a la soberbia del “yo puedo”. Ahí se requiere la presencia del Estado como frenó endógeno, como un distribuidor del riesgo.

La elección racional es otro punto de acceso reflexivo. En Rationality and Freedom (2002), Amartya Sen escribe que el ejercicio racional electivo entre acciones posibles guiado por la promoción del interés propio debe someterse al escrutinio de la crítica; hay una impresión inicial que dirige nuestro interés hacia una determinada elección, a ese momento sucede el escrutinio crítico. Sen explica: “Este enfoque está basado en la idea de un vínculo entre lo que para nosotros sería racional escoger y lo que tenemos razón para escoger.”(La idea de la Justicia, 2009); la razón para escoger exige un ejercicio crítico, que obviamente frena el sentimiento instintivo y que es fruto de una “reflexión adecuada” y un “dialogo con los otros”. Los agentes del mercado que simplemente atienden su interés propio se quedan en el primer paso de la actuación racional.

La corrección del desvió en el actuar en el mercado, impone la acción disciplinaria de las entidades estatales que cumplen una función de enmienda y corrección que evita que la busca del propio interés dañe a quienes han depositado su fe y sus recursos en quienes toman por la senda equivocada de un exceso de lucro que rompe con la proporción y la prudencia que deviene del escrutinio crítico.

La Superintendencia hizo lo que le tocaba hacer. He ahí un punto de inflexión: en qué momento la Superintendencia deja de ser autoridad disuasiva, presencia gendarme, para tomar un papel activo y decisivo en la suerte de un agente en el mercado. No actuar a tiempo puede generar una debacle, tal como sucedió con Lehman Brothers; actuar antes de tiempo puede generar un daño antijurídico de incalculables proporciones por el efecto negativo en el mercado. Siempre, a la actuación vendrá el ex post del si se hubiera hecho.  

La intervención del Estado es de por sí agresiva. Muchas veces el riesgo ponderado y el aprovechamiento de oportunidades son las que jalona el crecimiento económico. Se requiere tino y ponderación para saber cuando intervenir y la proporción de la intervención.
 

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