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  • Luis Fernando Rincón

jueves, 10 de mayo de 2012

La Inversión Extranjera es una herramienta invaluable en la generación de empleo, innovación y crecimiento. Sin embargo, para cumplir estos propósitos debe estar acompañada e influir en el desarrollo exportador de los sectores clásicos de la industria nacional y fortalecer la consolidación de compañías nacionales en otros sectores productivos no tradicionales potencialmente competitivos a nivel mundial.

Un reciente artículo de Stéphane Garelli, profesor de la Universidad de Lausana (Suiza), menciona que no basta con que un país sea exportador, sino que es necesario que desarrolle su propia industria. Para explicar su teoría utiliza como ejemplo a Irlanda, país que en tan solo veinte años paso de tener una de las mejores tasas de crecimiento en la OCDE (basado en normas fiscales atractivas para la inversión extranjera, mano de obra calificada y la simplificación de los procedimientos administrativos) a una crisis muy profunda.

¿Qué pasó entonces? ¿Por qué fracasa un país con altas exportaciones e inversión? ¿Qué falló en el modelo irlandés? El problema fue que Irlanda se convirtió en exportador, pero los exportadores no eran empresas irlandesas, eran empresas extranjeras, que en el momento que avistaron la crisis salieron de Irlanda, y el país, que no aprovecho la inversión para crear o transformar su aparato productivo, se sumió en una profunda crisis. Y pensar que hace tan solo 4 años, nuestro país contrataba a la Agencia de inversión de Irlanda para que nos asesorara y enviaba misiones para copiar un modelo que a todas luces no era exitoso.

Garelli, añade en su artículo, que la apertura y las reformas no tienen sentido si no sirven para desarrollar las empresas locales que empiezan a exportar y señala como ejemplo exitoso a China, un país atractivo para la Inversión Extranjera, que en veinte años, a diferencia de Irlanda, desarrolló sus propios negocios para atacar los mercados extranjeros, insertándose en la cadena de valor y en el mercado de la tecnología y la innovación. A diferencia también, de muchas empresas mexicanas, que a pesar de la cercanía a los Estados Unidos, continuaron como 'maquiladoras', ensambladores baratos para los clientes, con poco valor agregado.

Es por esto, que la inversión debe generar valor en la industria nacional, transformar e innovar el aparato productivo, dejar el conocimiento y la tecnología en casa, de otro modo, el crecimiento no es estructural es solo temporal. Esta reflexión la traslada al autor también al turismo, y señala que salvo Italia -que desarrollo algún tipo de industria de exportación manufacturera-, Grecia, Portugal y España no tienen mucho para exportar, se concentraron en el turismo y en sus palabras, en estos países:

'El problema es el turismo que en los países en desarrollo es auto-sostenible y crea un círculo vicioso en el que el dinero proviene del turismo con el turismo. Mientras tanto, se creó una burbuja inmobiliaria, un auge del crédito y, a menudo, la destrucción del medio ambiente', creando la ilusión de una riqueza rápida.

Estas lecciones debemos tenerlas presentes en Colombia, ahora que tenemos cifras récord de inversión. En este sentido, el Plan Nacional de Desarrollo está bien encaminado, apuesta por las cuatro locomotoras para el crecimiento (minero-energético, vivienda, infraestructura de transporte y agricultura, pero además reconoce la necesidad de invertir en los sectores basados en la innovación y servicios de alto valor agregado que generen empleo calificado, como la biotecnología, la energía, la salud, el diseño y las industrias creativas y culturales.

Antecedentes
Se deben solucionar problemas estructurales como: 'la baja inversión en investigación y desarrollo, la debilidad de las alianzas universidad-empresa-Estado, el limitado acceso al financiamiento de emprendimientos, la dispersión de esfuerzos institucionales y de la asignación de recursos, y la baja capacidad de formulación de proyectos de innovación.

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