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Analistas 22/12/2018

¿Y la regla fiscal qué?

Sergio Olarte
Macro Research de BTG Pactual
Analista LR

En 2012 las autoridades económicas colombianas decidieron entrar en la corta y sana lista de los países que imponen reglas fiscales a sus gobiernos. Esta consiste, básicamente, en que el gobierno central debe ahorrar, o disminuir el endeudamiento, en tiempos de auge económico para poder gastar y ayudar a la economía en tiempos difíciles. En otras palabras, ahorrar durante las vacas gordas para poder gastar un poco más y ayudar a la economía durante las vacas flacas. Además, las reglas fiscales también ayudan a controlar el exceso de endeudamiento de los gobiernos y garantiza la sostenibilidad de la deuda en el tiempo para mandar señales de responsabilidad fiscal a los mercados, cerrando esa atractiva, pero muy peligrosa puerta de aumentar el endeudamiento del gobierno para objetivos de corto plazo.

Esta sana política sirvió muy bien hace unos años cuando la caída de los precios del petróleo puso en riesgo la sostenibilidad fiscal y ayudó, además, a mantener la tranquilidad de los mercados (domésticos y extranjeros) sobre la capacidad del gobierno de cumplir con sus obligaciones. De tal manera que el test ácido sobre la regla fiscal se probó, conservando la credibilidad en el gobierno y la economía en general, en momentos donde sin instituciones sólidas como la regla fiscal, Colombia hubiera podido presentar salidas significativas de capitales y entrar en una profunda recesión económica como lo visto al final del siglo pasado y como les sucedió a países de economías similares con choques mucho menos profundos al que vivió Colombia en 2015-2016.

Recientemente, a la luz de encontrar alternativas diferentes a la subida del IVA para los bienes básicos, algunos miembros del Congreso han propuesto relajar la regla fiscal para permitir al Gobierno mayor endeudamiento y así conseguir los recursos faltantes para financiar el presupuesto del próximo año. Modificar la regla fiscal simplemente para conseguir recursos de corto plazo traería más problemas que beneficios.

Relajar la regla fiscal con el objetivo concreto de satisfacer necesidades inmediatas va a generar malestar para los inversionistas internacionales y calificadoras de riesgo provocando la salida de capitales y una depreciación permanente y significativa de la tasa de cambio, produciendo también la subida en los precios de los bienes transables (38% de la canasta familiar). La depreciación del peso también desincentivaría las importaciones de bienes de capital (como ya ocurrió en 2016 y no nos hemos recuperado) para aumentar la inversión y así aumentar el crecimiento de largo plazo que disminuiría la informalidad laboral y el desempleo de manera permanente. Adicionalmente, un mayor endeudamiento del sector público disminuiría recursos valiosos para el sector privado para hacer inversiones productivas y, además, encarecería el dinero subiendo las tasas de interés, lo que redundaría en mayor desempleo y mayor informalidad.

En conclusión, relajar la regla fiscal, por un objetivo de corto plazo como el de aumentar recursos para el presupuesto del próximo año, es como si un alcohólico en abstinencia decidiera tomarse unos traguitos en diciembre, por las fiestas, con la promesa de volver a la sobriedad en enero; simplemente se abriría una puerta que después será muy difícil de cerrar, poniendo en grave riesgo la salud fiscal y por ende el crecimiento de largo plazo de la economía. En Colombia, no hay nada más permanente que lo temporal.

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