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Analistas 11/07/2018

“Zoom in” regional

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Los resultados dados a conocer recientemente por el Dane sobre el desempeño económico regional siguen siendo inquietantes en cuanto a su impacto sobre los indicadores sociales. Aunque a nivel agregado el país presenta mejoras en el frente social, todavía registra marcadas disparidades en el desarrollo a nivel regional.

En concreto, los resultados sobre el crecimiento económico a nivel departamental ponen sobre la mesa tres realidades respecto al desarrollo de las regiones colombianas: i) que a pesar de la existencia de un número importante de ciudades grandes y medianas a nivel poblacional en todo el territorio, existe alta concentración regional de la actividad productiva, ii) que las tasas de crecimiento de los departamentos son inestables en el tiempo y iii) que la brecha de los indicadores sociales entre regiones es aún elevada.

En efecto, resulta inquietante la alta concentración de la actividad productiva en pocas zonas geográficas. Tan solo tres regiones, Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca, representan el 52% del valor agregado nacional y contribuyen con más de la mitad del crecimiento del PIB nacional.

Llama la atención también la volatilidad en los ritmos de crecimiento regional año tras año, pues en periodos cortos de tiempo la mayoría de los departamentos presenta altas tasas de crecimiento que contrastan con tasas muy bajas en periodos subsiguientes, o viceversa.

Los anteriores hechos desencadenan en una tercera realidad: la calidad de vida de algunas regiones no presenta mejoras sustanciales, pues la dificultad de mantener crecimientos sostenidos impide articular esfuerzos para superar la pobreza extrema y disminuir la desigualdad.

La fragilidad del tejido productivo de algunos departamentos y la ineficiencia de las políticas sociales y económicas de sus gobernantes locales se constituyen en una mezcla poco deseada que impide establecer motores de crecimiento de largo plazo capaces de sustentar una población con mayores ingresos y verdaderas oportunidades de progreso.

Por ejemplo, el departamento del Chocó exhibió en 2017 el crecimiento más bajo a nivel departamental, cuando un año atrás había registrado uno de los crecimientos más dinámicos.

Este desempeño va de la mano con sus indicadores de desarrollo social, hoy en niveles críticos: durante los últimos siete años ha sido el departamento con el mayor porcentaje de población en pobreza extrema y, durante seis años, el de mayor desigualdad.

Indagar sobre las fuentes que subyacen a la concentración de la actividad productiva, a la inestabilidad intertemporal en el crecimiento regional, así como a los preocupantes resultados sociales, continúa siendo un imperativo para la política económica.

Existe, sin embargo, un diagnóstico claro sobre parte de su génesis: las monumentales disparidades en la competitividad regional y las brechas en materia de innovación y calidad educativa.

El llamado, entonces, no puede ser otro al de formular, orientar e implementar debidamente políticas educativas y de desarrollo productivo, desde el orden nacional y local, para que cada una de las regiones del país logre avanzar sostenidamente en el propósito de cerrar las brechas y la heterogeneidad competitiva, productiva y social.

El país no puede darse el lujo de seguir estancado en su desarrollo regional, cuando es allí donde reposa todo su potencial para encaminarse hacia una senda de prosperidad y riqueza equilibrada.

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