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Analistas 29/08/2018

Reflexiones en materia de desarrollo

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

El impulso al crecimiento de nuestra economía, la reducción de las brechas sociales y la construcción de un país más justo y con más oportunidades son los anhelos de una ciudadanía cada vez más empoderada y que, en su anhelo de reducir los niveles de informalidad y pobreza, se manifiesta abiertamente contra prácticas indeseables como la corrupción. La realidad de hoy nos exige, cada vez con más urgencia, llegar a consensos sobre las políticas y los instrumentos requeridos para enfrentar los enormes desafíos que tiene el país.

En este proceso de identificación de algunos de esos instrumentos, la inclusión y la profundización financiera destacan por su importancia como pilares del desarrollo. En principio, debe reconocerse que la inclusión financiera es un elemento indispensable para la disminución de la pobreza y la desigualdad: fomenta el ahorro, facilita el acceso al crédito e incrementa el recaudo tributario. Es, a su vez, un vehículo idóneo para atenuar la corrupción y la informalidad, pues es una herramienta efectiva tanto para reducir el sobreuso del efectivo como para permitir una mayor trazabilidad en el ecosistema de pagos.

Aunque la inclusión financiera en Colombia ha aumentado en los últimos años en el país y hoy cerca del 80% de la población adulta cuenta con al menos un producto financiero, aún tenemos grandes desafíos en materia de inclusión, particularmente en las regiones más vulnerables del país, lo que exige redoblar esfuerzos en este propósito.

Recorrer esta última milla y lograr que 100% de la población cuente con acceso al sistema financiero es una tarea inaplazable que hoy está sujeta no solo a una mejora de las redes de telecomunicaciones que haga posible la masificación de los pagos digitales, sino al robustecimiento de la normatividad en lo que concierne a la integración de los servicios financieros con las Fintech.

Pero también resulta imperativo impulsar la profundización financiera, pieza clave del desarrollo. Si bien la creciente demanda de los colombianos en los últimos años ha llevado a que la profundización crediticia hoy sea cercana al 50% del PIB, aún nos encontramos lejos del nivel óptimo que impulse decididamente el crecimiento económico a nivel agregado. Por ello, es preponderante formular políticas que impulsen las modalidades crediticias que acusan mayor rezago, como ocurre con el financiamiento en los sectores de vivienda y rural.

Estos avances no pueden ir separados de una agenda ambiciosa en materia de educación financiera. La educación económica y financiera es, sin duda, otro de los grandes pilares sobre los que reposa la construcción de una sociedad enarbolada en la transparencia y en el manejo adecuado de sus recursos. Fomentar la cultura del ahorro y las decisiones financieras acertadas es un reto que no da espera. También resulta indispensable que como país continuemos focalizando esfuerzos para el diseño de herramientas y programas que promueven la sostenibilidad ambiental y social, condición necesaria para garantizar un crecimiento sostenible.

Avanzar de manera decidida en estos frentes es el mejor camino para impulsar el desarrollo económico, la equidad y la formalidad. Se requerirá, sin duda, del compromiso decidido del Gobierno, empresas y hogares, así como de una agenda de política clara y proclive a una sana articulación de esfuerzos público/privados. Solo de esta manera la sociedad avanzará y consolidará sendas de crecimiento sostenibles que permitan reducir las brechas sociales y brindar más oportunidades para todos.

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