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Analistas 23/01/2019

Perspectivas crediticias

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

La dinámica de la actividad económica, como bien lo señalé en mi columna pasada, parece haber alcanzado el anhelado punto de inflexión en 2018 tras tres años de ajuste sostenido. Este mejor desempeño, que se tradujo en un crecimiento del PIB cercano a 2,7% en 2018, generó, como era natural, un clima también propicio para la dinámica de la cartera crediticia, cuyo crecimiento, cercano al 2,8% real, resultó desde luego positivo frente al modesto registro de 2017 (2%).

La información disponible sugiere que el dinamismo estuvo impulsado por los hogares, lo que permitió que la cartera de consumo se expandiera un 5,6% real y la de vivienda cerca de 8,7%. En el primer caso, la recuperación de la demanda interna y la mejora en el poder adquisitivo de los hogares apoyaron las decisiones de gasto privado, mientras en el segundo caso, el positivo dinamismo de las preventas de vivienda de años previos terminó impulsando los desembolsos y dinamizando los cierres financieros de las familias en 2018, pues los plazos para pagar la cuota inicial se ampliaron. Por su parte, la recuperación de la inversión y la reactivación de la industria habrían permitido que la cartera comercial no decreciera, aunque su expansión, al igual que la del microcrédito, habría sido marginal gracias a la poca tracción del sector Mipyme.

Si bien la calidad de cartera presentó un deterioro importante en 2018, ubicándose en 4,6%, estos resultados se mostraron en línea con lo esperado por el mercado dada la profundidad del ajuste en el ciclo económico, de allí que no constituyera señal de alerta alguna para la dinámica crediticia. Bien vale la pena señalar que el sector financiero continuó, en este contexto, fortaleciendo sus mecanismos de gestión de riesgos, lo que permitió acotar las probabilidades de un mayor deterioro.

Para 2019 las estimaciones del mercado parecen señalar un desempeño aún más positivo. Factores asociados a la reactivación de los canales de inversión, al fortalecimiento de la demanda interna, a la mayor ejecución de proyectos 4G y a la reducción de la carga tributaria empresarial parecen soportar estas mejores perspectivas y permiten esperar un crecimiento de la cartera cercano a 4,5% real en 2019.

Si bien en este contexto el balance de riesgos en 2019 luce acotado, existen elementos que podrían restar tracción al crecimiento de la cartera, algunos relacionados con un eventual incremento de las presiones inflacionarias vía efectos climáticos, con un menor dinamismo del sector construcción y de vivienda, y con una reversión de los precios del petróleo, factores que continuarán exigiendo un monitoreo constante.

A estos factores se suma desde luego el efecto adverso de la sobretasa al impuesto de renta al sector financiero. Esta miopía tributaria, que ralentiza la inversión, encarece el crédito, y crea efectos multiplicadores negativos sobre el resto de las actividades productivas, se constituye como un verdadero palo en la rueda para la profundización financiera. Cerrar nuestras brechas en materia de inclusión y profundización financiera debe ser una motivación constante de nuestra política económica. Crear desincentivos al crédito formal es el camino más expedito para el limitar el desarrollo económico y social de los colombianos

En todo caso, el panorama en 2019 nos señala un escenario más benigno, de riesgos acotados y de mejores perspectivas en materia de irrigación de crédito, lo que se convierte en una noticia favorable para la dinámica productiva.

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