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Analistas 24/01/2018

Perspectivas crediticias

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

El largo y profundo proceso de ajuste que ha venido experimentando la economía colombiana a partir de 2014-2015 y que, según las perspectivas del mercado, parece haber alcanzado un piso en 2017, terminó incidiendo, como bien se anticipaba, en una menor dinámica crediticia y en deterioros (acotados) en los niveles de morosidad.

En efecto, si bien desde el punto de vista de generación de valor agregado el sector de los establecimientos financieros habría sido uno de los principales actores que aportaron a la dinámica económica del país, el comportamiento de la cartera crediticia reflejó la complejidad económica por la cual ha venido transitando el país en los últimos años. Y es que según varios estimativos la cartera bancaria, que registró un crecimiento cercano a 6,1% en 2016, habría bordeado escasamente un 2% en 2017. Este resultado, el más discreto en los últimos ocho años, es claramente congruente con el contexto macroeconómico que enmarcó la toma de decisiones tanto de los hogares como de las empresas.

Factores como la marcada debilidad en los niveles de confianza, la afectación sobre el ingreso disponible debido al incremento en la tarifa del IVA, la muy lenta recuperación de la inversión y el magro desempeño de sectores como la industria, el comercio, la minería y la construcción, se conjugaron como elementos adversos a la hora de entender el comportamiento del volumen crediticio y el incremento en los niveles de riesgo.

De hecho, junto con la desaceleración de la cartera crediticia, la proporción de los vencimientos sobre el total de cartera evidenció incrementos, alcanzando una proporción de 4,4% en 2017. Aunque este comportamiento generó cierta inquietud en el mercado, bien hay que señalar que este nivel no solo resulta natural y congruente con un ambiente macroeconómico adverso, sino oportunamente gestionado a través de un fortalecimiento sostenido de los procesos de monitoreo y gestión de riesgos por parte del sistema financiero, un hecho que terminó reduciendo las probabilidades de mayores deterioros en los indicadores de calidad.

En una época como la actual, donde se vuelve particularmente valioso el ejercicio prospectivo, resultan desde luego positivas las perspectivas más optimistas (aunque moderadas) que hoy señala el mercado en materia de actividad crediticia para 2018. De una parte, la cartera registraría una aceleración hacia tasas de 6,3% real y, por otra, los vencimientos empezarían a ceder hasta representar 4,0% de la cartera total, cifras que señalan una progresiva senda de recuperación en el corto y mediano plazo.

Estas perspectivas están alimentadas por el repunte de la demanda interna, el mejor comportamiento del sector transable, unas condiciones monetarias más propicias para impulsar la economía y el crédito y unas mejores condiciones para la generación de ingresos de los hogares y empresas.

La eventual materialización de algunos riesgos podría, sin embargo, terminar acotando los niveles de recuperación crediticia. Una menor celeridad en la recuperación de la confianza privada, una reactivación del sector productivo más lenta de lo previsto y eventuales deterioros en los niveles de desempleo, se constituirían como palos en la rueda en el proceso de reactivación de la demanda interna.

Pero lo cierto es que el mejor panorama hoy previsto se configura, aun pese a los riesgos señalados, en un escenario benigno para la expansión crediticia y en un importante canal para la reactivación del consumo y la inversión.

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