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Analistas 10/05/2016

Perspectivas crediticias

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria
La República Más
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En Colombia, los avances en materia de profundización del crédito han sido bastante significativos durante los últimos lustros y hoy la participación de la cartera crediticia en el PIB ha ascendido a niveles cercanos a 44%. Lo que está detrás de esta cifra no es solo un referente de la industria bancaria, representa la capacidad de la economía para apalancar el desarrollo productivo a través de una irrigación de crédito amplia y sostenida en todos los sectores económicos. Existe, sin embargo, un espacio para cerrar las brechas frente a nuestros pares regionales y frente a nuestro potencial (en torno a 50%-55%) y de allí de los desafíos en materia de profundización.

Recientemente, el proceso de desaceleración por el cual viene atravesando la economía colombiana ha generado una moderación del crédito, pues como es natural, la dinámica de la cartera guarda relación directa con el comportamiento de la economía. Esta moderación, que luce sana en medio del actual ciclo económico, se ha venido materializando en medio de unos indicadores de cartera que se mantienen relativamente estables. La moderación de la cartera, desde luego, ha venido respondiendo también a la acertada política monetaria restrictiva que ha venido ejerciendo el Banco de la República y que se ha venido transmitiendo sobre el resto de tasas de interés del mercado. Esto ha aumentado los costos de fondeo y, por consiguiente, incrementado de manera gradual las tasas de colocación, reduciendo con ello la demanda de crédito. De esta manera, el crecimiento de dos dígitos que venía registrando la cartera al cierre de 2015 se ha moderado a niveles de 7%-7,5% real.

No cabe duda que 2016 y 2017 será un periodo de ajuste en el que Colombia tendrá que adaptarse a las nuevas condiciones locales y externas, situación a la que la cartera crediticia no será ajena. De acuerdo con las recientes proyecciones realizadas por la Asociación Bancaria, este año la cartera total crecería 5,2% en términos reales, mientras que el próximo año, ante una moderada recuperación de la economía, retomaría un crecimiento similar al presentado en 2015, cercano a 8,2%.  Bien vale la pena resaltar que a pesar de estos ritmos de crecimiento la profundización de la cartera seguirá avanzado hacia niveles de 45,2% en 2016 y 47,4% en 2017. 

Bajo estas perspectivas, la modalidad de vivienda sería la más dinámica, mientras que las carteras de consumo y microcrédito serían las de menor crecimiento. En efecto, los programas de vivienda que viene desarrollando el gobierno con la activa participación y apoyo del sector bancario son una pieza clave para mitigar el proceso de moderación de la economía. Lo anterior cobra mayor vigencia y relevancia en un contexto como el actual en el que las tasas de interés continuarán por encima de sus niveles neutrales.

Por su parte, las señales que se han ido conociendo sobre los procesos de ajuste tanto en el consumo privado como en la inversión tendrían efectos no despreciables sobre la dinámica crediticia de las modalidades de consumo, comercial y microcrédito, en especial sobre este último segmento, el cual tiende a reaccionar en mayor magnitud al ciclo económico. Factores adicionales, como una tasa de desempleo que se deteriore de manera más acelerada, unas condiciones monetarias que podrían tornarse eventualmente más restrictivas y una tasa de cambio que se mantendría en niveles superiores frente a referentes históricos, podrían acentuar la moderación de dichas carteras. 

Es importante que a nivel macroeconómico se deba mantener la precisión de las autoridades económicas para evaluar hasta qué punto las medidas de política pueden ser contraproducentes de cara al proceso de recuperación que deberá surtirse en 2017, apoyado por supuesto en los aportes del crédito. 

En síntesis, aunque las condiciones económicas mantendrán un alto grado de complejidad, particularmente este año, la ya tradicional gestión de riesgos por parte de la banca seguirá garantizando actuaciones oportunas ante las señales de alerta que puedan suscitarse sobre la calidad del crédito.
 

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