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Analistas 05/09/2018

Mercado monetario e IBR

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

La globalización financiera, caracterizada por la aparición de nuevas tecnologías, la liberalización de las actividades bancarias y no bancarias, y el incremento de los flujos internacionales de capital, ha llevado a la creación de numerosos y sofisticados mecanismos para medir, proyectar y maximizar la rentabilidad proveniente de las transacciones financieras. En este escenario, las tasas de interés y su correcto cálculo cobran una gran importancia como parámetro de referencia en muchas de las decisiones económicas de los agentes del mercado.

Al respecto, mientras que algunos países optaron por crear una tasa de referencia local, otros adoptaron referentes internacionales como la London Inter Bank Offered Rate (Libor) y la Europe Interbank Offered Rate (Euribor). Estos indicadores, al ser calculados a partir de encuestas realizadas a reputados bancos que manejan altos volúmenes de negociación en el mercado, han ejercido una vasta influencia en los mercados financieros globales en los últimos años. No obstante, algunos hechos han llevado a que el posicionamiento de una tasa de referencia a nivel internacional no haya sido tarea fácil.

En particular, las revelaciones sobre la manipulación de la formación de la Libor y Euribor entre 2004-2012 evidenciaron los problemas de cálculo de estas tasas, restándole credibilidad por parte del mercado y causando que los principales actores del mismo, encabezados por la Fed, migraran a nuevos indicadores más confiables, como la Secured Overnight Financing Rate (Sofr).
Nuestro país tampoco ha estado exento a obstáculos en este frente. El uso tanto de la tasa de los Depósitos a Término Fijo (DTF) y del Indicador Bancario de Referencia (IBR) en operaciones de productos de corto plazo evidencian precisamente la dificultad en el establecimiento de una tasa de referencia para el mercado. Si bien ambas tasas incorporan aspectos como el crecimiento económico, la inflación o la solvencia bancaria, sus niveles y estimación difieren sustancialmente.

Por un lado, la DTF presenta notables desventajas que le restan credibilidad como tasa de referencia, muchas de estas asociadas a i) el hecho no abarcar la totalidad de las captaciones de la economía, ii) a que su cálculo semanal omite variaciones diarias, y a iii) incluir a todas las entidades financieras sin ponderar los perfiles de riesgo de crédito, elementos que han llevado a que esta tasa no refleje adecuadamente las directrices de la política monetaria.

En contraste, el IBR, debido a su metodología de cálculo, se ha venido constituyendo como un mejor referente dado su menor rezago con el estado de las condiciones monetarias, lo que le permite reflejar de manera más eficiente y oportuna las expectativas del precio al que las entidades participantes están dispuestas a captar u ofrecer recursos en el mercado interbancario.

Hoy los mercados son quizás más conscientes de la importancia de contar con un indicador que exhiba correctamente las condiciones de oferta y demanda del mercado monetario, un elemento sin duda crucial para la estabilidad y solidez del sistema financiero. No obstante, si bien con el establecimiento del IBR se han materializado progresos en esta dirección, su posicionamiento, al igual que el del Sofr (en el ámbito internacional), aún luce limitado.

Esta realidad invita, desde luego, a que el Gobierno, los entes regulatorios y las entidades financieras continúen aunando esfuerzos para darle mayor celeridad a la adopción de la IBR como tasa de interés de referencia, un hecho que favorecería el desarrollo del mercado financiero del país.

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