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Analistas 26/04/2017

La era digital: una oportunidad

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria
La República Más
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A lo largo de la historia, la humanidad ha experimentado distintos tipos de transformaciones, muchas de las cuales permitieron desarrollar las dinámicas económicas y sociales que hoy nos rodean. Sin embargo, el ritmo de las transformaciones nunca había sido tan dinámico e intenso, como lo es ahora. Los desarrollos tecnológicos y el crecimiento de la economía digital han permitido no solo automatizar miles de procesos en simultáneo, acelerando el número de posibilidades funcionales, sino reinventar la forma en que nos comunicamos y se desenvuelven los mercados.

Los Millenials, quizás los máximos exponentes de la nueva era digital, y quienes han crecido en un mundo de pantallas y funcionalidades digitales, se diferencian de las generaciones predecesoras por su manera de comunicarse e interactuar, sus hábitos de consumo, los mayores niveles de exigencia y satisfacción, y la preferencia por la personalización a la hora de ofrecer y demandar bienes y servicios. No es fortuito que empresas con alta capacidad innovadora y con base tecnológica, como Google, Facebook, Netflix y las Fintech, estén ocupando un lugar preponderante en el mundo de los negocios y en la cotidianidad de los seres humanos. Sobre este punto la lección para los empresarios y aquellos que lo quieran ser es contundente: la capacidad de adaptación se sustenta en la innovación.

Este panorama de nuevas tendencias de comportamiento y consumo ha tenido una de sus principales manifestaciones en el accionar transaccional. Las nuevas generaciones están solicitando que las transacciones se puedan realizar en tiempo real, que sean seguras y eficientes. Así mismo, en línea con el empoderamiento de las nuevas tecnologías, están exigiendo a los proveedores que la transacción esté acompañada de una plataforma de gestión para administrar los productos o servicios consumidos.

Los nuevos patrones deben ser atendidos de manera tal que puedan balancear en justa medida la innovación, la calidad del servicio y la protección al consumidor, requisitos que son particularmente indispensables en el caso del comercio electrónico y los servicios financieros digitales. En este sentido, los retos que se derivan también deben tener muy en cuenta el grado de compatibilidad entre el mejoramiento de la experiencia para el cliente y la garantía sobre la estabilidad del sistema financiero, especialmente en lo concerniente a la seguridad de la información.

Para el caso colombiano, se ha calculado cuál sería el impacto económico si sabemos gestionar la apropiación de la digitalización. Según estimativos de la Comisión de Regulación de Comunicaciones, el aporte que podría generar la digitalización en Colombia bordea 5% del PIB, siendo ésta una medida del tamaño de la oportunidad económica que se nos presenta. Aquí, la reflexión para lograr la apropiación de los beneficios de este proceso consiste en la consolidación de la confianza como elemento fundamental. Para poder consolidar la confianza es imperativo fortalecer los pilares sobre los cuales reposa. Dichos pilares continúan asociados a la seguridad de la información, la diáfana definición de los límites sobre la privacidad de los datos, la minimización de las asimetrías regulatorias y la garantía de los principios de internet abierto y de neutralidad de la red.

Dinamizar la inclusión financiera es, por supuesto, una de las oportunidades que ofrece la digitalización para Colombia. En específico, las metas de inclusión financiera establecidas en el Plan de Desarrollo requieren incluir en el próximo año y medio a más de 3 millones de personas. Para ello, el camino más eficiente se encuentra en la digitalización de la banca, la cual, mediante altos niveles de seguridad y principalmente bajos costos, permitirá que las nuevas generaciones y la población de bajos ingresos puedan acceder al sistema financiero.

En esta dirección, la estrategia de inclusión tiene un aliado valioso en la digitalización. En la construcción de esta ruta, tanto el fomento de la innovación y la justa competencia deben ser premisas de primer orden.

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