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Analistas 03/02/2021

Empleo: desafío y esperanza

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Bajo ninguna óptica se puede mirar la pérdida de empleo en el país durante la pandemia como nada menos que catastrófica. 2.444.000 personas salieron de la ocupación en 2020 según el Dane, pasando de 22.287.000 a 19.843.000, respecto a 2019. Lo que es peor, el efecto fue mucho más pronunciado en las mujeres, y en tipos de trabajos como obreros, trabajadores independientes y empleados domésticos.

Pero aún en medio de este desolador panorama, no podemos dejar de ver cómo estamos, relativo a lo que ha ocurrido en el vecindario, incluyendo Estados Unidos y Canadá. Si tomamos las cifras desestacionalizadas, es decir, corregidas por el componente estacional, Colombia pasó de un desempleo en enero de 10,6% a 14,3% en diciembre pasado. Un salto del 35% que para 11 meses es toda una tragedia.

Ahora bien, miremos qué pasó en ese tiempo en Perú y Chile, donde, gracias a su menor déficit y endeudamiento total, inyectaron un mayor estímulo fiscal proporcional a su Producto Interno Bruto (PIB). Resulta que el crecimiento porcentual del desempleo en estos dos países fue de 119% y 39% respectivamente. Si nos vamos a Estados Unidos y Canadá, donde los estímulos fiscales y monetarios fueron masivos, los incrementos alcanzaron 91% para el primero, y 60% para el segundo. Comparativamente, ya nuestro resultado parece más bien un buen ejercicio de contención de daño, ante golpes similares. Solo Brasil y México registran cifras ligeramente mejores que las nuestras.

Lo que más me sorprende de los datos de Colombia es que estos se dan en medio de la contracción del PIB más severa en 100 años, -7% para 2020 según The Economist Intelligence Unit. Y aquí sí estamos en la cola de los mismos países con que nos comparamos, superados solo por Perú con un retroceso de -12%. A la cabeza está nada menos que Estados Unidos que redujo su PIB en -3,6%.

¿Qué conclusiones podemos sacar entonces de todas estas cifras? Lo primero que apuntaría es a la relativa resiliencia del empleo en Colombia aún en medio de un gigantesco choque económico y su capacidad de recuperación. Es que si añadimos el dato de hasta donde se trepó durante el pico de los confinamientos, cuando alcanzamos 21,1% de desempleo en mayo, nos damos cuenta de que el rebote en siete meses a diciembre pasado fue de casi siete puntos porcentuales. Toda una proeza. Y seguramente hubiera continuado, de no ser por los errores e improvisaciones de algunos alcaldes de ciudades principales, que no entienden que el empleo es fruto del árbol de la actividad económica. Se corta el árbol…cae el fruto.

Al final, mientras dure la pandemia, todo recae en un correcto balance entre cuidado y autoprotección (que no necesariamente pasa por confinamientos) y la mayor actividad económica posible y responsable (que no necesariamente implica riesgo y contagio). Lo que no podemos perder de vista es que, paralelo al gigantesco esfuerzo de vacunación, en el cual haber obtenido vacunas suficientes para más de 35 millones de colombianos (lo que nos confiere inmunidad de manada) es un logro apoteósico, nuestro desafío permanente de política pública seguirá siendo recuperar el empleo y bajarlo de nuevo a un solo dígito. Para ello, debemos acometer una serie de profundas reformas fiscales, pensionales, y laborales. Solo esto nos dará la base indispensable que representa un crecimiento sostenido del PIB por encima de 4%. Ya el 2020, tristemente memorable, pero con muchas lecciones, quedó atrás, y ahora solo importa lo que hagamos de aquí en adelante.

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