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Analistas 14/12/2019

Confiar en las empresas para cambiar el Mundo

Roberto Rave Ríos
Presidente ejecutivo Laick - Cofundador Libertank

Causa sorpresa y alarma la noticia sobre el deterioro de la confianza de los colombianos en las empresas del país. De acuerdo con el más reciente sondeo de la firma Invamer Gallup (#134 de diciembre de 2019), por primera vez la mayoría de los colombianos encuestados tiene una opinión más negativa que positiva de la clase empresarial del país. Mientras 44% de los consultados tiene una imagen favorable de los empresarios, 49% tiene una imagen desfavorable.

Las empresas privadas de negocios son instituciones fundamentales en la vida económica, social y política de los colombianos. Son pilares fundamentales para la convivencia civilizada y para el éxito de la vida democrática. Probablemente, en Colombia ha faltado reconocer más el invaluable aporte de los grandes empresarios en la mejoría de nuestra calidad de vida. Por ejemplo, le debemos un enorme reconocimiento a personajes como Alejandro Echavarría, padre de la industria textil en Colombia y filántropo de la salud, o como José María Acevedo, cuyo trabajo ha permitido a millones de hogares colombianos acceder a electrodomésticos, o como Gustavo Toro, quien permitió que millones de colombianos podamos adquirir productos variados en un solo lugar.

Es la vida ejemplar de estos gigantes empresariales colombianos la que debería ser admirada y conocida por la gente, en lugar de los casos negativos de personajes sórdidos pero populares como Pablo Escobar, Carlos Castaño, Tirofijo o Timochenko. Necesitamos más series y programas de televisión sobre empresarios ejemplares y menos sobre narcotraficantes.

Como bien lo destaca el gran economista argentino, Alberto Benegas Lynch, “al ingenio del empresario le debemos los alimentos, los medicamentos, los transportes aéreos, marítimos y terrestres, los computadores, los progresos en la cibernética, las comunicaciones, los libros, el teatro, los diques y represas, las tiendas, los comercios, la vestimenta, la refrigeración, los muebles, la edificación y prácticamente todo lo que nos rodea”. En consecuencia, si esta institución social se debilita o pierde prestigio, peligran nuestras oportunidades para progresar y para generar riqueza. Menos fortaleza empresarial implica menos empleo y, por ende, menos independencia frente al estado y los políticos. En este sentido, las empresas son una garantía de libertad y de bienestar para todos. Además, son la fuente principal de ingresos del gobierno. Sin empresas, no hay recursos económicos para pagar los programas estatales. En Colombia, se estima que las empresas asumen más de 80% de los impuestos directos recaudados.

Ahora bien, siendo consciente de estas realidades inocultables, siento la obligación urgente de defender la trascendencia e importancia de la empresa privada en Colombia. Su capacidad de correr grandes riesgos para satisfacer a sus clientes, pero también su vocación de servicio a los demás, la hacen una institución virtuosa y benéfica, esto sin desconocer que existan casos de empresarios corruptos, abusadores o inescrupulosos, los cuales merecen castigo y repudio social. Aquellos empresarios que buscan privilegios del gobierno a costa de los demás o que violan la ley y faltan a la ética, no deberían prevalecer ni prosperar en una verdadera economía de libre mercado, en la cual el éxito solo lo alcanzan los empresarios honestos y laboriosos que, dentro de la ley, compiten por calidad y precios para satisfacer a sus clientes.

Así pues, ¿qué sería de Colombia sin las empresas? ¿En dónde trabajaríamos? ¿Quién pagaría impuestos? ¿Con qué dinero se construirían las obras públicas? Debemos poner los pies en la tierra y reflexionar sobre nuestra percepción de quienes emprenden la heroica tarea de crear empresas legales, generando empleos, pagando impuestos, innovando, compitiendo y creando nuevas oportunidades para todos.

En contraste, la exigencia de un Estado grande, proveedor y lleno de subsidios es muy peligrosa, pues esto requiere mayor eficiencia en el gasto, pero también un aumento en los impuestos. Tal como lo señaló Margaret Thatcher: “No olvidemos nunca esta verdad fundamental: El Estado no tiene más dinero del que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, solo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará. Ese alguien eres tú. Solo hay dineros de los contribuyentes”.

En conclusión, si quiere una Colombia mejor, defienda a los empresarios, imite y admire a quienes han alcanzado el éxito empresarial honestamente, a punta de sudor y trabajo. Genere empleo y bienestar para todos a través de las mejores fábricas de riqueza y destructoras de pobreza que ha conocido la humanidad: las empresas privadas de negocios.

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