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Analistas 07/04/2021

Vacunas para rato

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Todavía no es claro cuánto tiempo de inmunidad otorgan las vacunas contra el covid-19. Sin embargo, este no es un asunto menor. Por el contrario, de tal veredicto depende la dinámica futura a la que tendría que someterse la humanidad. Con lo que se conoce hasta ahora, es muy probable que una vacunación periódica se haga necesaria. Como decimos coloquialmente, que tengamos que dar, otra vez, toda la vuelta.

De confirmarse lo que señalan los primeros estudios, los retos que se avecinan serán enormes y demandarán cambios radicales en las estrategias. Si algo ha dejado al descubierto esta pandemia es que, en un mundo egoísta, poner en jaque al virus depende de la voluntad para articular una respuesta colectiva.

La lucha podrá continuar, pero en la medida en que cada cual busque proteger nada más a los suyos será difícil ganar. El instinto de supervivencia, en este caso, se debería replantear. Los poderosos no pueden seguir haciendo gala de su influencia mientras los mayores desafíos los enfrentan Estados que no producen vacunas ni cuentan con grandes presupuestos.

Un modelo predictivo llevado a cabo en Australia, a la espera de revisión de pares, proyecta los tiempos de respuesta inmunitaria que generarían los biológicos disponibles. Los resultados darían cuenta de una disputa de muy largo aliento por el abastecimiento permanente.

Según este análisis científico, los desarrollos de Pfizer/BioNTech y Moderna, que presentaron los mejores resultados, a los siete u ocho meses de aplicación habrían disminuido su porcentaje de eficacia para contraer el coronavirus a 50%, en tanto que la dosis rusa SputnikV descendería a ese mismo nivel a los cuatro meses y la de Jhonson&Jhonson y Aztrazeneca alrededor del día 50. ¡Periodos cortos para tanto esfuerzo! La buena noticia, eso sí, es que encontraron que la protección contra una infección grave permanece intacta.

Vacunarse es fundamental para no morir por la enfermedad; no obstante las variantes y la posibilidad de convertirnos en propagadores a medida que disminuye la inmunidad se convierten en las nuevas amenazas.

Ante el eventual panorama, resultaría poco inteligente, además de injusto, mantener un engranaje de distribución global como el actual. Los niveles de producción se verían comprometidos, el mercado caería presa de la especulación y las opciones de compra quedarían, una vez más, en manos de unos cuantos.

Ahora bien, entendiendo que las vacunas son un negocio y que no hay pecado alguno en ello, liberar patentes luce inviable. Las farmacéuticas invierten miles de millones en investigación a cambio de retribución. Quizá, el camino más certero estaría en gestionar la autorización de registros para la fabricación local. ¡Por eso hay que moverse ya!

A Colombia, que le toca sacudirse para reactivar una industria que desde los años 90 dejó de operar, se le está haciendo tarde. Ofrecer la estabilidad jurídica que pide el gremio para invertir en una capacidad instalada que hoy en la línea humana no existe debería ser prioridad, entre otras cosas, porque no se logra de la noche a la mañana. Recuperar la autonomía sanitaria es un asunto de soberanía. Aquí nadie se puede quedar quieto y aunque la fe mueve montañas estamos en un momento que exige mucho más que eso.

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