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Analistas 28/05/2014

El libre mercado no es siempre la mejor medicina

Foto: Mark Graham for The Ne w York Times
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Creo que aquí están operando varias cosas. Una es un efecto específico de Levitt, o tal vez un efecto específico de “Freakonomics”: la creencia de que un tipo inteligente puede tocar como si nada cualquier tema y que sus afirmaciones directas son tan buenas como las de los expertos. Recuerden que el Sr. Levitt lo hizo con relación al clima en su último libro, “Súper Freakonomics”, presentando juicios tan brillantes como la afirmación de que dado que los paneles solares son negros (cosa que realmente no es así), absorberán calor y empeorarán el calentamiento global.

Por tanto, era de esperarse que considerara innecesario prestar atención al trabajo de muchos economistas de la salud, o para el caso, a las ideas del economista Ken Arrow, y afirmara: ¡Vamos! No veo ningún motivo para no confiar en los mercados. También está la resurgencia del fundamentalismo de libre mercado basado en la fe.

Escribiré más al respecto pronto, pero en múltiples frentes estoy viendo señales de un intento por decir adiós a todo lo que le ha pasado al mundo estos últimos siete años y volver a la noción de que el mercado siempre es mejor. ¡Vamos! La solución siempre tuvo que ver con asignar recursos escasos (sin importar todos esos trabajadores desempleados y tasas de interés de cero). ¿Y por qué alguien se imaginaría que los precios de mercado están equivocados (no mencionen la burbuja)?

Subyaciendo todo hay un problema de metodología. ¿Cómo debería usarse el modelo de competencia perfecta tan amado por los economistas? Por supuesto, solo es un modelo, y sabemos que sus supuestos subyacentes no son ciertos. Está el dictamen de Milton Friedman de que esto no importa siempre que el modelo haga buenas predicciones; de hecho eso es bastante problemático, y hay buenos motivos para sostener que el realismo de estos supuestos también importa.

Pero una cosa que la gente sin lugar a dudas no debería hacer _ una cosa que hasta Friedman hubiera dicho, o que al menos debió haber dicho, que la gente no debería hacer _ es aferrarse al idealizado modelo de libre mercado cuando éste hace pésimas predicciones.

En el caso del servicio médico, sabemos que todos los supuestos detrás del óptimo del libre mercado son extremadamente violados. Tal vez, tal vez, podría justificarse que se tratara a la salud como un mercado normal si el libre mercado en el servicio médico pareciera funcionar bien en la práctica. ¡Pero no es así! En Estados Unidos, nuestro singular sistema privatizado es singularmente costoso, mientras que indicadores generales sobre la calidad del servicio no apuntan a ninguna superioridad estadounidense. De cara a ello, la evidencia apoya fuertemente que la propuesta de que la salud es un área donde los mercados privados funcionan mal nace de la experiencia.

Si uno opta por rechazar esa evidencia, si uno insiste en que los mercados deben funcionar igual de bien para las cirugías como los zapatos, debemos preguntar: ¿Hay algo que haría que la gente cuestionara el fundamentalismo del libre mercado? De no ser así, entonces simplemente se está vendiendo pura fe.

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