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Analistas 08/04/2012

EE.UU. puede aprender de la crisis de Canadá de la década de 1990

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Entonces, ¿en los mercados laborales de Estados Unidos sigue habiendo bastante margen de maniobra? A la luz de la situación, parece una pregunta absurda, dada la persistencia de un desempleo muy alto y de una proporción empleo-población mucho menor que los niveles previos a la crisis.

No obstante, esta pregunta se está planteando, debido en parte a que no vemos evidencia fuerte de que la inflación esté bajando.

¿Pero qué tan buen criterio es ese? Un aumento marcado en la inflación sería una cosa - pero tampoco lo estamos viendo. Y de hecho hay bastante evidencia de que la inflación tiende a estancarse en niveles bajos, pero positivos, de cara a desplomes prolongados.

Permítanme agregar algo a la mezcla: el caso de Canadá de principios de la década de 1990, tema de un análisis clásico en ese entonces por el economista Pierre Fortin, publicado en 1996 en The Canadian Journal of Economics.

Por motivos idiosincrásicos, Canadá impuso una política monetaria y fiscal estricta, llevando a un desplome muy severo en el empleo (tal como lo muestra la gráfica de esta página).

Como puede ver, empero, el empleo eventualmente se recuperó. Y si vemos el producto interno bruto real, se parece mucho a una crisis cíclica temporal - aunque prolongada - (los datos sugieren que para el año 2000 Canadá casi había regresado a la tendencia previa).

Entonces, ¿Canadá experimentó una desinflación continua que llevó a la deflación conforme la crisis persistió? De hecho, no. La inflación fluctuó, pese a que la economía no estuvo ni remotamente cerca de su capacidad sino hasta finales de la década de 1990.

Y los salarios nunca cayeron. Efectivamente, siguieron elevándose - un fenómeno que el Sr. Fortin atribuyó a rigidez nominal descendente sumada a dispersión.

Sostendría que el Canadá de la década de 1990 es un buen modelo para el Estados Unidos de ahora: una economía profundamente deprimida, que sufre mucho de ausencia de demanda agregada, donde los efectos de la rigidez nominal descendente muy fácilmente pueden malinterpretarse como señales de que, de hecho, hay bastante espacio de maniobra.

Y la forma de probarlo es expandir la demanda y ver qué pasa; sí, hay algunos riesgos si me equivoco (¡pero no es así!), pero compárelos con los riesgos de dejar que la economía siga deprimida sin una buena explicación.

Siempre es tiempo para la austeridad
Jonathan Portes, director del Instituto Nacional de Economía e Investigación Social, hizo un buen hallazgo hace poco: cuando las agencias calificadoras subieron de nivel las perspectivas de Gran Bretaña, el gobierno de David Cameron lo aclamó como prueba de que la austeridad estaba funcionando; cuando las revisaron a la baja debido al deficiente desempeño económico, el gobierno de Cameron declaró que esto mostraba la necesidad de aún más austeridad.

El Sr. Portes lo describió como el "argumento de Macbeth". "En otras palabras, puesto que Macbeth ya mató a Duncan y a Banquo, lo mejor es seguir (y ordenar la muerte de Macduff y su familia) y no parar", escribió el Sr. Portes en su blog el 27 de marzo. "Entonces, aunque una política errónea ha llevado a innecesario daño económico, ese daño es (volviendo a jerga económica) un costo hundido; y el dolor futuro es menor que el dolor que se sufriría si cambiáramos de curso, como consecuencia de la posible reacción financiera negativa del mercado".

Mientras tanto, el economista Adam Posen muy juiciosa y cuidadosamente expuso el caso de por qué a Gran Bretaña le ha ido peor que a Estados Unidos en su discurso del mes pasado en el Instituto Nacional de Investigación Económica y Social (disponible en bankofengland.co.uk): es la austeridad, estúpido (o permítanme ponerlo en estilo parlamentario: ¿el honorable caballero no comprende que es la austeridad, estúpido?).

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