Todos contra Irán

Un nuevo anuncio se dio la semana anterior por parte del gobierno estadounidense en relación con el que, desde Washington, insisten en considerar un molesto e inconveniente actor en la política y las relaciones internacionales contemporáneas. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, formalizó la posición de sancionar a las economías que, a partir del próximo jueves 2 de mayo, acuerden negocios con la teocracia iraní. Esto encaja en la ya tradicional línea que desde la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca ha ofrecido el gobierno norteamericano, no solo con Irán, sino además con otros países con los que su relacionamiento internacional ha sido de rechazo.

Vale la pena recordar lo que significó en su momento el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Nuclear alcanzado mientras gobernaba Barack Obama, y que fue útil para controlar el enriquecimiento de uranio en ese país. Durante el primer semestre de 2018 el presidente Donald Trump excluyó a su gobierno de dicho pacto y esto se tradujo en una oleada de críticas que, a la postre, se convirtió en distanciamiento entre USA y sus mismos aliados. Dicha posición, abrió la opción de lanzar cada vez más sanciones contra el gobierno del país asiático, tratando de estrangular su economía, altamente dependiente de los recursos naturales. Su dependencia del petróleo se hizo cada vez mayor, en la medida en que dicho sector económico alcanzó un elevado grado de industrialización. Hoy Irán cuenta con grandes avances tecnológicos, de innovación y sofisticación en lo que respecta a la explotación de hidrocarburos.

Algunas posiciones, aunque aparecen algo ambiguas, son entendidas como un rechazo frente al tradicional ejercicio de unilateralismo expuesto por Estados Unidos, en los diferentes frentes contemplados por su política exterior. Tal es el caso de Turquía, cuyo gobierno ya se expresó a través de algunos de sus diplomáticos, rechazando la manera de actuar del país norteamericano, mediante la imposición de sanciones. Incluso Berris Ekinci, actual embajadora turca en la Habana fue más allá y se refirió al tema de la Isla que, como se sabe, es víctima directa de un bloqueo desde hace décadas, y de Venezuela, que también padece las consecuencias de este tipo de medidas.

Dentro de todo lo analizado se percibe una realidad frente al juego geopolítico en el que se encuentra el gobierno iraní. Al verse atrapado en el exceso de sanciones y con una economía asfixiada tendrá que reaccionar, intentando la formalización de alianzas más profundas con importantes actores que no simpaticen con Washington. Además, procurando algunas opciones que saboteen los intereses de actores molestos en su área de influencia. Si bien Estados Unidos está alertando a diversos gobiernos para que interrumpan las compras de crudo a Irán, los que más inquietos se visualizan son quizá China, India y Turquía, por lo que representa esto en su ejercicio de compras externas. Además del factor diplomático y de relaciones internacionales en general.

Así las cosas, aparece en el escenario la posibilidad de que las maltrechas relaciones entre esos países y el gigante americano, en lugar de mejorar, se hagan más críticas. Además, el gobierno de Teherán tendrá que ingeniarse respuestas ante esta nueva oleada de sanciones y no hay razones para descartar un alto grado de agresividad.

En ese juego de “todos contra Irán” se está perdiendo de vista que, al asfixiar a dicho gobierno, cortándole los flujos financieros provenientes de su apetecido petróleo, la postura puede ser de un grado de violencia tal que afecte de manera profunda la geopolítica global, dejando abierta la posibilidad de un conflicto de proporciones muy diferentes a lo conocido hasta ahora. De cualquier manera, es pertinente diferenciar a Irán de otros Estados con los que se le ha querido comparar. Claramente, y aunque parezca tonto escribirlo, Irán no es Venezuela. La historia es muy diferente.