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Analistas 21/01/2023

Impulsar y no satanizar

Terminó 2022 con una estimación de haber movilizado por la vías del país, un aproximado de 23 millones de personas en 11 millones de vehículos (paso peaje) a los que se les debe sumar 1.454.598 vehículos adicionales, movilizados según la Superintendencia de Transporte desde las diferentes terminales de transporte del país, aportando a las cifras iniciales, cerca de 13.091.379 viajeros movilizados durante toda la temporada; y no son realmente pocas las críticas que se encuentran sobre el estado de las vías y el costo que representa recorrer el país.

En el último del Instituto Nacional de Vías (Invias) se establece que Colombia cuenta con más de 10.918,58 kilómetros de vías, de las cuales se han intervenido 8.826,65 kilómetros, lo que corresponde a 80,85% del total de carreteras del territorio nacional, dejando aún 2.091,93 kilómetros sin ninguna clase de intervención, lo que representa 19,16% del total de las vías del país, con el agravante según el mismo Invias de que de estos 2.091,93 kilómetros de vías sin pavimentar, 45% se encuentra en mal estado y 4,74% en muy mal estado. En el caso de las vías pavimentadas, el documento muestra que, de estos 8.826,65 kilómetros, aproximadamente 1.719,82 kilómetros se encuentran en mal estado, lo que significaría que 19,46% de las carreteras pavimentadas poseen serias deficiencias en su infraestructura.

Si bien, el pésimo estado de la infraestructura vial en Colombia siempre sale a flote en esta temporada, ante las múltiples incomodidades experimentadas por los viajeros en las festividades decembrinas y de comienzo de año, lo realmente importante es reconocer que las obras de infraestructura vial, además de conectar la geografía de un país, ayudan a reducir los costos en las actividades de integración de los mercados, lo que estimula el comercio regional e internacional. La inversión en infraestructura vial es un eficaz instrumento de política para impulsar el crecimiento económico y reducir la pobreza de un país.

De acuerdo con el Informe “Rethinking Infrastructure in Latin América and the Caribbean” del Banco Mundial, a pesar de las grandes inversiones que se han hecho en materia de infraestructura vial en América Latina, el rendimiento del transporte es sumamente pobre y la densidad vial pavimentada es similar a la de África Subsahariana; mientras que América Latina tiene 0,05 kilómetros lineales pavimentados por cada kilómetro cuadrado de territorio, los países europeos de la Ocde tienen 2,1 pavimentados; la India tiene 1,3 y China, 0,7; y los países de América del Norte de la Ocde tienen 0,5 km pavimentados, según el reporte.

Mientras que en Colombia un viaje de 300 kilómetros por carretera tarda alrededor de siete horas, en España ese mismo recorrido tomaría menos de la mitad. La última medición del Fondo Monetario Internacional nos enseña dónde están las carreteras más rápidas y lentas del mundo; revelando que algunas de estas últimas están en países como Colombia, Bolivia y Ecuador y las más rápidas están, entre otros, en Estados Unidos, Canadá, Australia y Francia.

Es allí, donde se hace necesario impulsar y no satanizar apuestas que se han venido materializando en todo el país y que en el caso del departamento de Antioquia, aquella tierra que en palabras del gobernador Francisco Silvestre en 1783 “agreste y montañosa, siempre condenada a la asfixia, a estar atrapada” hoy se ha transformado en una Antioquia Plana gracias a una robusta telaraña de 1.700 kilómetros de vías, 366 puentes, 44 túneles y una inversión (comprometida vía vigencias futuras) de $28,5 billones permitirá en el corto plazo que el promedio de las pendientes en las carreteras pase de 20% a 6%, aumentando la velocidad de 40 a 80 kilómetros por hora, donde sólo para tomar un ejemplo, cualquier mercancía de exportación que salga hoy de Bogotá debe recorrer 1.136 kilómetros para llegar al puerto de Cartagena, con las 4G, el túnel Guillermo Gaviria Echeverry (el túnel carretero más largo de América) y los puertos de Antioquia funcionando, esa misma mercancía estará 398 kilómetros más cerca del mar Caribe, lo que significará un ahorro del 35% en el desplazamiento.

Por tal motivo, es inconcebible desde cualquier punto de vista, que el desarrollo de la infraestructura se conciba como un enemigo del bienestar, más aún, cuando el desarrollo de una nación se mide por la calidad de su infraestructura. Ninguna sociedad debería concebir hoy su desarrollo al margen de un eficiente sistema de conectividad físico y digital. Una red de infraestructura física y digital moderna, eficiente y rápida para los territorios favorece que el país cierre brechas y promueva el desarrollo económico, social y sostenible.

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