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Hace unos días, Palmer Luckey, cofundador de Oculus VR, una de las compañías pioneras en el mundo de la realidad virtual o “VR”, dijo que su paso por Facebook le dejó una lección: “Ten cuidado con la gente en la que confías. Ten cuidado con quienes tienen el control”, comentario que aunque inocente iba claramente dirigido a Mark Zuckerberg, CEO de Facebook. La compañía de Luckey, fundada en 2012 fue adquirida por Facebook dos años mas tarde por US$2.000 millones. Luckey salió de Facebook en 2016 en medio de una compleja controversia relacionada aparentemente con contribuciones políticas a grupos de extrema derecha. A pesar de su aparatosa salida, Luckey todavía está convencido que la adquisición fue lo mejor que le pudo pasar a la industria de la realidad virtual, aunque no necesariamente fue lo mejor para el personalmente.
Casi al mismo tiempo de las declaraciones de Luckey, los cofundadores de la red social Instagram, Kevin Systrom y Mike Krieger, acaban de renunciar al honor de pertenecer a la familia de Mark Zuckerberg, a la cual habían ingresado pomposamente en 2012 tras vender su exitosa “aplicación” en más de US$1.000 millones. Instagram, que en 2010 tenía 30 millones de usuarios, hoy ha superado los 1.000 millones y es posiblemente la red social más popular del mundo y muchos analistas coinciden en opinar que la salida de los fundadores se debió a la perdida de independencia que con el tiempo empezaron a experimentar y la correspondiente frustración generada por “la grotesca intromisión” del mismo Zuckerberg en las decisiones estratégicas del negocio.
La salida de Systrom y Krieger, aunque pintada de una manera políticamente correcta, lleva visos de una realidad mas compleja dentro de Facebook. El tradicional agradecimiento al fundador de la empresa, que parecería un cliché, es un símbolo importante y omitirlo en una carta de despedida, es el equivalente a darse la vuelta y no dar la mano. Eso fue precisamente lo que sucedió al momento de la salida de los creadores de Instagram.
Semanas más tarde de su salida, se dice que a Kevin Systrom le molestó el cambio en el modo en que se comparten las publicaciones entre las plataformas de Facebook haciendo que se pierda la identidad de la fuente, lo cual se puede interpretar como una estrategia para limitar el alcance de Instagram.
La otra variable que ha generado molestia en los fundadores de compañías adquiridas por Facebook es la de la monetización de los productos. No es secreto que Facebook, al ser una compañía que cotiza en bolsa, tiene compromisos de rentabilidad que fuerzan a sus unidades de negocio a buscar maneras de obtener más dinero por publicidad. Los fundadores de compañías como Instagram y WhatsApp creía en la misión original de sus productos, como el caso de WhatsApp que jamás se planteó como compañía económicamente sostenible. A Facebook no le tiembla la mano cambiar este objetivo si eso genera más ingresos por publicidad. Facebook le da ciertas libertades a la gerencia de las compañías que adquiere de manera que operen de manera independiente para lograr crecimiento, y luego monetizarlas y es en ese momento donde se abre una brecha con los fundadores.
Pero no todo es malo, llegar a ser parte de Facebook o cualquier otra compañía de su tamaño, le ofrece a los fundadores la posibilidad de contar con dinero, talento de desarrollo y potencial para desarrollar proyectos, siendo parte de un ecosistema diverso y extremadamente poderoso.