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Analistas 05/11/2020

La crisis del liderazgo

Guillermo Cáez Gómez
Socio Deloitte Legal
GUILLERMO CAEZ

En una década en la que el coaching se ha vuelto casi una profesión a la que se han dedicado muchas personas que buscan impulsar a otros a tomar decisiones en busca de felicidad, de seguir sus sueños y generar liderazgo en sus propias vidas, seguro para algunos esta disciplina ha sido provechosa para lograr perder miedos y empezar a tomar las riendas de su vida.

A pesar de la gran oferta de cursos, videos, libros, conferencias, podcasts y demás formatos para formar líderes, y en contraste con lo que debería ser el resultado de una cultura alrededor del crecimiento personal, hoy el mundo padece la mayor crisis de liderazgo y de cohesión social. Es claro que no basta con querer ser positivos, ni es suficiente con llenarnos de conocimiento y material que nos quiera convertir en seres que “vibran al ritmo del universo”.

Nos hemos convertido en un mundo de extremos. Queremos dividirnos a punta de adjetivos: buenos y malos, de derecha o de izquierda, y otros miles de ejemplos que demuestran que el interés de quienes han llegado al poder no es otro que ese, el poder en lugar de la intención de transformación social, de propósito de país y sin agenda propia. De un lado y de otro es conveniente que no existan más opciones que sentarse en una orilla. ¿Quiénes se equivocan? Nosotros, pues somos quienes hemos permitido convertirnos en idiotas útiles de un liderazgo que ha llevado al país a romperse en dos.

Necesitamos menos coaches que nos hablen de cómo ser felices y más liderazgos que nos enseñen no solo a pensar individualmente sino a también priorizar a la sociedad, a decidir como país y, por esa vía, el verdadero camino de transformación que requiere Colombia. Personalmente, estoy harto, hasta la repulsión, de aquellos que se creen con la verdad absoluta y quieren, a punta de tendencias en redes sociales, generar dinámicas que solo benefician a dos extremos.

Pero la conexión se repite. Mientras la economía del país está fracturada por el efecto de la covid-19, en redes siguen más las elecciones en Estados Unidos que la realidad colombiana. ¡Qué mal sentido de la prioridad! Y no por que cada quien no tenga derecho a interesarse en el tema que mejor considere: lo complejo es cuando no se entiende la verdadera necesidad del país en formar un bloque con puntos comunes, bajo las reglas del mercado y con base en lograr adelantar al país en el atraso en el que esta crisis nos ha metido.

¿Debemos esperar que unos pocos resuelvan los problemas de casi cincuenta millones de colombianos? No, debemos ser cada uno, con pensamiento colectivo, quien logre darle su propio aporte a un solo proyecto: un país mejor. Empecemos por no pasarnos el semáforo en rojo, hacer fila, usar el tapabocas y respetar las reglas de convivencia.

De esos pocos pasos salen nuevos retos como mantener la democracia libre de amenazas de totalitarismos y caudillismos, cambiar modelos de mercado obsoletos en momentos de crisis, el ajuste igualitario de las cargas públicas y, especialmente, la reforma urgente a un sistema financiero en cuanto a su modelo de análisis de riesgo, que está dejando por fuera de la oportunidad de crecimiento a muchos colombianos, sobre todo a las pequeñas empresas que no tienen acceso a crédito formal para apostarle al crecimiento del país.

Hoy necesitamos la unión para salir del embate nacional. Así que, querido lector, es hora de que despierte, salga de la orilla en la que se dejó poner y piense en Colombia.

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