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Analistas 15/07/2021

Efecto Mandela

Guillermo Cáez Gómez
Abogado y consultor en riesgos
GUILLERMO CAEZ

Hace un año y unos meses estábamos despidiéndonos de lo que creíamos que sería nada más que un fin de semana en cuarentena. Hace un año y unos meses todos creíamos que la covid-19 era tan solo un pasaje temporal del que ni nos acordaríamos en unos años. Todas esas creencias, producto de aferrarnos a una idea de normalidad o de apariencia de normalidad, nos llevaron a creer incluso que todo estaba perdido, cuando en realidad estamos ante la oportunidad de un nuevo comienzo.

En este año y un poco más se intensificó la idea de la transformación digital, de la necesidad de inversión en tecnología en diferentes sectores. Sin mucha brújula, con buenas intenciones, pero más con el afán de aprovechar los réditos en imagen corporativa o institucional, se invirtió tiempo, dinero y proyectos que terminaron en la caneca. Tan solo piensen en la tal Coronapp, que cayó en desuso; como dicen por ahí: “arranque de yegua, frenado de mula”.

Pero más allá de querer poner en sobre los reflectores una u otra iniciativa (es fácil analizar el partido sin jugarlo y después de terminado), lo que debemos aprovechar es el reinicio que nos hizo la vida, para entender que lo que conocimos o instituimos como normal tal vez no lo es. Escudarse en que debemos volver a las oficinas porque es “cultura organizacional o empresarial” no es más que una excusa para mantenernos anclados a un concepto que ya fue. La verdadera transformación no es “quemar” dinero en construcción de tecnología o en comprar nuevas herramientas para hacer trabajo colaborativo: el cambio estructural es mental y debe trascender a lo organizacional.
Si tenemos líderes empresariales que están atados a los ladrillos -cuando en el mundo se está implantando el concepto de nómadas digitales-, estamos dejando escapar un momento que nos permitiría romper las brechas de eficiencia y productividad de nuestro tejido empresarial, producto de una afirmación de que la falta de interacción física hace perder creatividad, la que carece de sustento y más parece producto de lo que es conocido como el “fenómeno Mandela”.

Este fenómeno no es otra cosa que un hecho que se modifica por el paso del tiempo y, a pesar de ser incorrecto, termina reforzado por los sesgos de confirmación que terminan por producir apariencia de veracidad. Un ejemplo muy simple es el de la saga Star Wars. En el episodio V todos creemos recordar que Darth Vader dice «Luke, yo soy tu padre»: si bien esa frase trascendió y se volvió casi una de las más famosas del cine, revisando bien el personaje en ningún momento pronuncia el nombre de Luke Skywalker; por el contrario, lo que dice es «no, yo soy tu padre». Así como este simple ejemplo hay muchos que repiten, contrario a la realidad, que puede resultar la idea de que con la virtualidad se pierde creatividad.

Es entonces cuando esa creencia colectiva, pero desdibujada, nos mantiene atados a una idea de un pasado que añoramos, pero ineficiente y poco dignificante. Estimadas y estimados lectores, solo piensen en que, regresando a las oficinas, millones de colombianos tendrán que levantarse tres horas antes de su hora de ingreso para bañarse, desayunar y tomar el bus, taxi, bicicleta o carro, también todo con los afanes propios de llegar a tiempo, disminuyendo sus horas de descanso y ocio, teniendo como consecuencia una baja productividad y menor eficiencia en el trabajo debido al agotamiento y estrés sometidos en tan solo esta rutina. Los verdaderos cambios van de la mano de la humanidad y de sus efectos: es hora de la transformación real y no quedarnos solo con la que se aprovecha nada más que para mejorar nuestra reputación.

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