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Analistas 10/01/2023

ROI, Barreras

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Si nuestra Constitución tuviera un Tablero de Control, estaría teñido de Rojo. La sorpresa decembrina fue que la inflación no ha tocado techo; el salario mínimo para pobres-vulnerables podría destruir capacidad adquisitiva, y afianzar más la inequidad.

El siglo pasado, Cien Años de Soledad anticipó la decadencia del “sálvese quien pueda”. Ostentando título nobiliario, Duque celebró la segunda oportunidad perdida, el Bicentenario de la Independencia, aunque los colombianos permanecemos polarizados, abandonados y sometidos. Ahora, un exgeneral -nacido en la amurallada- declaró que “primero hubo Ejército que República”, exigiendo beneficios para la favorecida milicia, sobre la pobre ciudadanía.

Como en la distopía 1984, nuestras Instituciones se contradicen. El ROI de la educación es cretino; el “mínimo” es tendencia incluso entre quienes obtienen títulos de maestría, siendo normal que las necesidades básicas permanezcan insatisfechas, y se legitimen los atajos maquiavélicos. Para terminar de retratar a Macondo, era necesario crear el Ministerio de la Igualdad y la Equidad, y falta otro para la Ética o Cultura Ciudadana.

Mal que bien, nuestra economía se mantenía gracias al consumo interno. Sin embargo, la pandemia y los recientes conflictos internacionales evidenciaron cuán insegura es nuestra dependencia de las importaciones, y demostraron que nuestra soberanía no es autosustentable, aunque el entonces presidente rogara a la FAO corregir su mapa de miseria y hambruna.

Con igual desfachatez, el gremio de grandes industriales se fue de “Bruces” contra la mezquina reforma de Ocampo -que no redujo el IVA-, aunque, tal como el Terrateniente ganadero -ahora concertando con la guerrilla-, puede convertirse en aliado de Petro para derrocar las perniciosas tasas de usura, conspiradas por el BanRepública y la SuperFinanciera.

Sin indicadores, nuestra Constitución está desorientada y convertida en letra muerta, pues todo queda sujeto a la oportunista interpretación. Colombia es potencia promulgando malas leyes y violando las pocas buenas, porque así lo impone la norma social. La autoridad es inefectiva, y las auditoras privadas erigieron otro régimen de argucias, falsificando la calidad-excelencia.

Tampoco hay autorregulación ciudadana. Así, aunque algún día instalen Semáforos propios de Smart City, seguiremos alterando el orden cuando la luz emita amarillo o rojo. Finalmente, en dicho escenario, la Inteligencia Artificial hará con los datos lo mismo que la Estatal hace con las personas y los problemas: disociar y anonimizar.

La ineptitud de Duque hizo empalme con la del Gobierno del Cambio, y los Actos Legislativos del privilegiado “Roy” no derrumbarán las Barreras que impiden garantizar dignidad e igualitarismo. Así, renunciando a procurar el bien común -enmendando y cumpliendo la Constitución a satisfacción-, nuestra burocrática «Reprivada» seguirá priorizando al mal menor.

No “rompe las restricciones” y los paliativos perpetúan la Ley de Rendimientos Decrecientes: cada vez cuesta más reparar, y los retornos se hacen más insignificantes; verbigracia, la desindexación no contrae lo que ya está híper-inflado. Intervenir estructuralmente demanda regular precios y ganancias; que el salario mínimo se acerque hacia un salario máximo, la usura equivalga a la tasa de referencia, y las transferencias monetarias se democraticen, pues los corruptibles promedios degeneraron a la clase media.

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