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ANALISTAS

Perestroika y paz

miércoles, 31 de agosto de 2016
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Han pasado más de treinta años desde el colapso de la quimera comunista que eclosionó a inicios de los años 80 del siglo pasado y se materializó en 1985 con la perestroika de Mijaíl Gorbachov, que llevó a la digna desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, abocada al fracaso, con lo cual las causas e ideales que sustentaban esa falacia perdieron base y credibilidad.

La perestroika, o reestructuración, introdujo las reformas para desarrollar nuevas estructuras económicas internas y de democracia en la política, que vinieron acompañadas de la glásnot, es decir, la apertura y transparencia requeridas, como libertad de prensa e información y liberación de presos políticos, así como debates entre ciudadanos, para alentar el entusiasmo hacia las reformas realizadas.

Pocos años después, el 9 de noviembre de 1989, se dio la caída del muro de Berlín o muro de la vergüenza, que permitió la reunificación alemana bajo la jurisdicción de la República Federal de Alemania, con claros beneficios para los habitantes del lado oriental al librarse del yugo comunista, hoy reconocido por todos. 

Lo anterior lo digo para significar que esos sabios procesos llevaron al éxito y prosperidad a muchas naciones que antes estaban condenadas a la discriminación, la pobreza y el hastío de la gran mayoría de sus ciudadanos, con casos de éxito tales como la misma Rusia, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia de la antigua Yugoslavia y los países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania; además del caso alemán.

Sin embargo, a este lado de la geografía esas lecciones que mejoraron la calidad de vida de millones de personas parecen no haber sido asimiladas ni existir conciencia alguna al respecto, y buscamos nivelarnos por lo bajo y no por lo alto, como debe ser. Vemos como ejemplo a seguir a Cuba, el país de los Castro, hermanos tiranos que han oprimido a un pueblo con amplia insatisfacción civil por casi sesenta años, donde en pobreza se codea con Haití y los refugiados están a la orden del día.

Y qué decir de Venezuela, que transita en la misma dirección de Cuba o una peor, ambos países escogidos como garantes y mediadores de los acuerdos que adelantó el gobierno colombiano con las Farc, que por lo anterior, le consta a todo el mundo que adolecen de claridad de conciencia y moral, a no ser que busquemos unas condiciones económicas y sociales similares a las de ellos, que parece ser así. 

Pero bueno, independiente de las críticas situaciones internas que atraviesan ese par de naciones hermanas y además de la presumible buena fe de sus oficios en las negociaciones adelantadas en la Habana, debemos considerar cuál ha sido la actuación de las Farc desde el tiempo reseñado hasta el presente, para dilucidar su intención real de paz, de ofrecer verdad y reparación y someterse a la justicia.

Al revisar los ataques y masacres perpetrados por ellos después de la caída del comunismo como factor que pudo reivindicar el alzamiento en armas, vemos que los peores atentados los realizaron después, siendo la principal perjudicada la población civil. Episodios trágicos como los acaecidos en Puerto Lleras, Miraflores, Toribío, Caldono, Orito, Tumaco, Pradera y en especial en Bojayá, La Gabarra, el Club el Nogal y San Carlos; sumado a las actitudes cínicas respecto del reconocimiento de sus errores y pedir perdón, respondidos con la canción, quizás, quizás, quizás…, así como la justicia transicional acordada, dejan mucho que desear para el logro de la verdadera paz. Ojalá me equivoque.

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