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ANALISTAS

Inversión, regiones y vocaciones productivas

miércoles, 9 de julio de 2014
La República Más
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Me refiero una vez más a la inversión productiva expresada en los mercados de capital en cualquiera de sus concepciones, privado o público, que considero la única y auténtica espina dorsal y médula ósea de la economía; porque creo que esto no ha sido debidamente ponderado por los departamentos y municipios al momento de definir las apuestas y vocaciones productivas, como lo voy mostrar.

Sostengo que la inversión es la columna vertebral de la economía porque cumple varias funciones similares tales como servirle de elemento de apoyo estático y dinámico al sostener el centro de gravedad, permitiendo que se mantenga parada y no caída, sin perder el equilibrio. Además se forma de vértebras asimilables a los sectores productivos, algunos dotados con discos que les dan mayor flexibilidad.

Además, así como la espina dorsal le sirve de soporte al cráneo y el cerebro, igualmente la real utilidad de la inversión proviene de la base de las decisiones racionales e inteligentes que debe conllevar. También se asemeja a la médula ósea porque esta produce las células de la sangre, de la misma forma la inversión con sus rendimientos se reproduce, autorrenueva y diferencia cómo y dónde quiera.

Por lo tanto, el qué tan bien parada esté, así como la altura, vigor y dinamismo de las economías, dependerá de la clase de inversión asentada en las regiones, la cual marcará la pauta en términos de tasas de crecimiento y desarrollo sostenible y equitativo, fundamentado ante todo por la generación de riqueza compartida, o por el contrario de tipo rentístico, concentrador de ingresos y destructor ambiental.

Al parecer y como lo demuestra la evidencia, el patrón de inversión que caracteriza nuestras regiones tiene ese lánguido último parecer, manifestado principalmente en las apuestas que las caracterizan que tienden a no salirse del alcance marcado por las ventajas comparativas, con la típicas y recurrentes respuestas de política de fortalecimiento endógeno de capacidades, lo cual es válido, pero insuficiente.

Vale decir entonces que esto es seguir haciendo más de lo mismo y conservar la pobre tendencia de mejora marginal de la productividad y la competitividad, que no alcanza a transformar favorablemente el aparato productivo y la economía, con el agravante que cada día nos cogen cada vez mayor distancia y ventaja los países que identificaron cuáles inversiones favorecen mejor los intereses generales.

Al respecto un ejercicio que no nos hemos detenido a realizar debidamente, desde lo nacional a lo local y viceversa, es el relacionado con definir cuáles profesiones, así como oficios tecnológicos y técnicos tienen mejor futuro conforme evoluciona la sociedad y la economía del conocimiento imperante a escala global, independiente de lo evidente que puedan parecer las vocaciones productivas regionales.

Es que definitivamente son muchos los campos productivos en los cuales existen ingentes oportunidades para desarrollar y/o fortalecer competencias y capacidades proclives al conocimiento y la innovación, muchos de ellos inexplorados por las regiones entre otros los relacionados con el máximo despliegue de las ingenierías, del diseño en todas sus expresiones, de la biología y la medicina, entre otras.

Sobre el particular, a parte de la educación universal de calidad con los más altos estándares globales, desde lo pedagógico, hasta la consistencia y pertinencia de los contenidos para satisfacer las exigencias del actual tinglado productivo, aún indudablemente con mucho camino por recorrer para llegar a tal destino; debemos incorporar permanentemente nuevas competencias en tales frentes.

Una vez definidos cuáles serán los oficios del futuro, hay que pensar en como fomentarlos y fortalecerlos, pero sobre todo cómo abrirles oportunidades dentro del contexto emprendedor y laboral, para lo cual será necesario atraer, movilizar y asentar las masas críticas propias de la inserción a la sociedad del conocimiento, el capital humano y la inversión productiva de clase mundial, que he descrito antes.

Esta situación se debe, entre otros motivos, a la falta de visión y dirección hacia dónde queremos movernos, lo cual más que un problema regional en la definición de las vocaciones productivas, es una responsabilidad y tarea pendiente por resolver desde el gobierno nacional, en la que no se ha concentra por considerarla marginal y por el enfoque politizado de gestión. ¿Cuándo será que esto cambiará?

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