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ANALISTAS

¿Encrucijada Post-Industrial Gringa?

miércoles, 1 de mayo de 2013
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Para Robert J. Samuelson, columnista del Washington Post, los Estados Unidos de hoy en día viven la era post-industrial definida más por Google que por General Motors. Este término mencionado lo popularizó el sociólogo Daniel Bell en la obra “El advenimiento de la sociedad post-industrial” (1973) y resultó del cambio en la estructura productiva, que en general ha sido recibido como una bendición.

 
La transición desde la fábrica hasta la oficina elevó el nivel de vida, frenó la contaminación y redujo los puestos de trabajo agotadores y monótonos. Sin embargo, estima que esta transformación en gran medida beneficiosa, sufre en el imaginario popular. El vasto sector de los servicios que ahora domina la economía se ve como inferior, mal pagado e incluso frívolo, pues no produce nada tangible.
 
Casi todas las personas añoran el renacimiento de las manufacturas y piensan que así se resolverían muchos problemas. Sería poner pronto en marcha la recuperación y proporcionar empleos bien remunerados, especialmente a hombres semi-calificados, lo cual fortalecería la clase media. Retomar la herencia de “hacer las cosas” reduciría el déficit comercial de Estados Unidos y restablecería su preeminencia económica. Sin duda millones de estadounidenses respaldan esta atractiva visión, la cual él sostiene que es fantasiosa.
 
Por supuesto, la industria manufacturera está reviviendo, y cuanto más, mejor. El aumento de los salarios en el extranjero y la mayor ansiedad sobre las cadenas globales de suministro, han obligado a algunas empresas a devolver la producción de China o México, a Estados Unidos. Los costos de energía más baratos, reflejo del abundante gas natural, también favorecen las fábricas estadounidenses. A pesar de estas bienvenidas tendencias, cree que están muy por debajo de lograr una transformación radical de la economía. En la fabricación una gran brecha separa la percepción pública y las realidades económicas, tal como Marc Levinson del Servicio de Investigación del Congreso lo demuestra en varios informes.
 
Para empezar, la decadencia de la fabricación es un mal entendido, la verdad es que la producción sigue aumentando. En 2010, según los informes de Levinson, la producción manufacturera de EE.UU. fue casi de US$1,8 trillones,  la más grande en el mundo y un poco por delante de la de China, cerca de dos tercios mayor a la del Japón y casi el triple de la de Alemania. China puede ahora ser el número uno, pero Estados Unidos sigue siendo una potencia manufacturera.
 
La disminución de fabricación se refiere principalmente a la espantosa pérdida de empleo en el largo plazo. En 1970, los empleos manufactureros representaban el 25% de los 71 millones de empleos estadounidenses. En 2012, eran solo el 9% del total de 133,7 millones. Los descensos reflejan dos fuerzas: la automatización y las importaciones, sobre todo, de mano de obra intensiva. 
 
En 2011, señala Levinson, 97.000 trabajadores del acero produjeron casi 10% más de acero que 399.000 en 1980. En cuanto a la mano de obra intensiva, la producción de prendas de vestir se redujo más del 80% desde 1980, con una caída en los trabajos de 1,3 millones a 150.000 empleos.
 
La automatización mejora el lugar de trabajo, logra una mayor eficiencia en la fábrica y aumenta los niveles de vida. Si los precios se mantienen bajos, el poder adquisitivo se expande. Ésto ha permitido gastar más en educación, salud, viajes, recreación y mucho más, dado que estas actividades no tienen la gran exigencia de la industria pesada, la sociedad se vuelve menos intensa en energía.
 
Considera un error idealizar la manufactura y menospreciar los servicios, presentarlos como reinos económicos en competencia, cuando en realidad están completamente entrelazados. Casi todos los servicios dependen de productos manufacturados. El transporte aéreo requiere aviones, Internet necesita computadoras y cuidar la salud dispensa farmacéuticos. Y casi todos los productos manufacturados generan servicios. Los automóviles proporcionan transporte, los hogares dan refugio y las películas ofrecen entretenimiento. Hay mucho de industria detrás de la América post-industrial.
 
Por lo tanto, la encrucijada post-industrial gringa más allá de ser vista como un lugar donde se cruzan dos o más caminos que ofrecen opciones sobre las que no se sabe cuál elegir, muestra que la estructura productiva entre más avanzada, mayor complementariedad y diversidad entre manufactura y servicios.
 

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